martes, 27 de mayo de 2014

El Barrio y la Ciudad: distancias sociales,heterogeneidad y conflicto en la construcción del espacio urbano

En el este aburrido post, volvemos sobre cuestiones de teoría sociológica y antropológica, pretendemos explorar en las dimensiones simbólicas del espacio barrial, las dimensiones ideológicas y culturales, los tejidos de significados imbricados en los barrios y entre los barrios y la ciudad en su día a día.
Sobre todo nos interesa llegar a dos factores que para nosotros se revelan relevantes como lo son la diversidad y el conflicto, ambos mediados por la dimensión de la cultura y el poder.
Se intenta integrar los elementos anteriormente mencionados con el objeto de que nos sirvan para interpretar la experiencia local de quien suscribe, sobre todo desde donde se está escribiendo, a saber, desde la ciudad de Copiapó, en la región de Atacama en Chile.
La justificación de nuestro objetivo en la reseña se justifica en una pretensión práctica, puesto creemos que almenos acá en Chile (desde donde escribimos) la mirada sobre los barrios y las problemáticas barriales siguen estancadas en perspectivas o positivistas formalistas o materialistas economicistas desde la academia y una perspectiva tecnocrática desde el estado, que en parte dialoga con las perspectivas antes mencionadas no obstante ese escenario deja de considerar todo un arco de fenómenos que parecen invisibles a los marcos teóricos y por cierto las tecnologías de conocimiento metodológico que de ellos se desprenden.
Existe todo un universo de procesos no considerados en las discusiones urbanas en Chile, es por eso que hemos querido reseñar los textos antes referidos con el objeto de apropiarnos de algunos elementos de análisis pensando en la medida de lo factible aplicarlos en nuestras propias problemáticas locales.
Aunque que en Chile lo que se practica desde el estado y la academia es a nuestro criterio un urbanismo positivista si creemos que podemos establecer vínculos de dicha perspectiva a una sociología urbana más clásica, sobre todo norteamericana aunque más que una sociología es una técnica, lo cierto es que los aspectos cualitativos tienen una incidencia absolutamente marginal dentro de la discusión.
En relación a lo anterior, podemos plantear sin exagerar que el barrio es en estos imaginarios una realidad material, ecológica y económica. Al respecto iniciemos la discusión visitando a un viejo clásico que nos plantea que “el hombre no puede vivir en medio de las cosas sin hacerse una idea sobre las mismas de acuerdo a las cuales regula su conducta” (Dukheim 2010 [1894]:47), en este breve cita queremos resaltar el papel representacional de los social, en concreto de lo urbano y el barrio superando la visión simplificadora mediante la que el barrio sería una suma de cosas materiales despojada de sentido(s) dinámicos y por sobre todo socialmente producidos en un marco de relaciones a dichas cosas. Otro aspecto importante de destacar es a nuestro criterio el factor pragmático introducido por el autor cuando refiere a la regulación de la conducta, sobre estos aspectos pragmáticos volveremos solo al final del presente texto, sin embargo nos parece relevante resaltar.
Por otra parte desde algunos sectores minoritarios de la academia y desde los brazos académicos de la izquierda y el progresismo se conceptualiza al barrio como un lugar pleno de valores, un lugar de resistencia de un ideario de comunidad, tributario en parte (aunque de manera no deliberada) de la gemeinshaft de Tonnies,  idealizando y homogenizando la perspectiva sobre lo barrial. Esperamos rescatar y relacionar en este breve texto argumentos teóricos que nos permitan discutir teóricamente los sesgos antes mencionados.
En ese sentido creemos que el barrio debe ser reconceptualizado, dejar de pensarlo como una espacio meramente material y con expresiones socioeconómicas y posicionar una discusión que al menos nos posibilite perspectivas más amplias, diversas y dinámicas sobre el barrio.
En ese sentido coincidimos como Mayol cuando propone una vinculación entre la perspectiva sociológica del barrio y el análisis socioetnográfico con miras a una más completa conceptualización del fenómeno urbano (Mayol 2006:6). Más allá de su síntesis podemos identificar en la suya un acento, un énfasis en la vertiente del análisis socioetnográfico. Al respecto el rescate de la esfera de lo cultural nos indica una dirección, rescatamos sus palabras textales a continuación en relación a la noción de práctica cultural, en relación a este el autor nos dice que  “es el conjunto más o menos coherente, más o menos fluido, de elementos cotidianos concretos (un menú gastronómico) o ideológicos (religioso, políticos), a la vez dados por una tradición (la de una familia, la de un grupo social y puestos al día mediante comportamientos que traducen en una visibilidad social fragmentos de esta distribución cultural” (Mayol 2006:7), observamos en dicha aproximación una exploración en la cultura en tanto dimensión, no obstante si bien nos direcciona hacia lo cultural aún es una aproximación gruesa y requiere de complementos para ser útil a una indagación más precisa.
Con todo nos parece que la cita anterior nos ayuda a generar las condiciones para introducir una primera aproximación definitoria al barrio y que a nuestro criterio funciona como unos de los principales aportes teóricos del autor, como lo es la discusión de carácter público del espacio barrial.
Al respecto Mayol plantea que el espacio barrial es una porción del espacio público, paulatinamente privatizado (Ibid:8) puesto el uso de ese especio no sería ni simétrico ni igualitario, lo que en un proceso de apropiación desigual del espacio en la medida de que los espacios sin usados distintamente por distintos grupos. La reflexión anterior nos permite a su vez profundizar la perspectiva para pensar los barrios desde las ciencias sociales y con ello sacudirnos de los prejuicios homogenizadores, tanto en sus versiones negativas como y románticas. En ese hecho radica a nuestro criterio el mayor aporte de la conceptualización de Mayol.
El uso del espacio y su apropiación emergen como una de las dimensiones más relevantes del análisis del autor, en ese sentido nos obliga a focalizarnos en aspectos pragmáticos y su expresión socializada en el espacio barrial, en esa dirección nos propone una aproximación corregida al barrio como concepto, al respecto lo señala como una noción dinámica que requiere de un aprendizaje progresivo repetitivo y hasta conseguir la apropiación del espacio (Ibid:10), a su vez destaca la complejidad del proceso algo enmascarado por una naturalización cotidiana.
Es en este punto del texto en el que conecta con su definición del barrio, como la progresiva privatización del espacio público, idea teóricamente potente y que nos permite potencialmente captar la diversidad y el conflicto en el contexto del barrio y con ellos superar perspectivas homogenizantes del espacio social del barrio.
Siguiendo el análisis propuesto por el autor, el barrio puede entenderse a su vez como una espacio dialéctico entre lo individual y lo grupal en el que el proceso de privatización del espacio público puede entenderse también como un proceso de prolongación del espacio privado.
Volviendo en parte a la crítica del escenario de las miradas académicas hegemónicas sobre el barrio en Chile, me parece oportuno destacar una reflexión expresada, en ese sentido coincidimos con el autor cuando plantea que “más que una superficie urbana transparente para todos o estadísticamente cuantificable, el barrio es la posibilidad ofrecida a cada uno de inscribir en la ciudad una multitud de trayectorias cuyo núcleo permanece en la esfera de lo privado” (Idem:10), lo anterior nos da cuenta de que  la complejidad del barrio no es un fenómeno que pueda ser reducido exitosamente a simplificaciones, sean estas de la naturaleza que sean, en este punto insistimos en dos elementos, la diversidad y el conflicto, estos entendidos tanto a escala interna como externa.
Volviendo sobre la dialéctica social que implica lo barrial entre los intimo y lo público, una de las reflexiones que nos conecta con aquello es entender el espacio barrial como el espacio de una relación con el otro, con la alteridad social, con lo que el sujeto se ve cotidianamente envuelto en una densa red de signos (en el sentido geertziano) preexistentes a el (en el sentido durkehemiano) y que dicen relación  con imaginarios relacionales, morales e ideológicos así como también concepciones de territorialidad entre otro factores.
El barrio es en la conceptualización del autor  una marca en el sujeto, el que desde temprana edad  lo reconocería como un espacio social que marcaría al sujeto como un signo de pertenencia. Dicho proceso ayudaría a confirmar la idea de un espacio “dentro” del barrio, el que se diferenciaría un “afuera” del barrio, lo anterior puede, nos indica el autor entenderse desde el uso del lenguaje cotidiano por ejemplo cuando se dice vamos al trabajo, dicha frase nos remite a un salir del espacio del barrio y adentrarnos en un espacio indiferenciado (o almenos eso parece), salir de un espacio no determinado por los usos funcionales y si entregado a la simultaneidad del sentido en el andar cotidiano de los propio.

Por su parte en el texto de Gravano nos encontramos con una conceptualización de barrio que de entrada introduce el factor de las relaciones segregadas en el contexto de la ciudad como fenómeno capitalista contemporáneo, en ese sentido el autor destaca que el barrio no es una realidad auto-contenida sino relacionalmente referida a una totalidad, totalidad a la que se refiere en una relación desigual.
La construcción de los barrios no podrían entenderse sin referir a los proceso de constitución urbana, en ese sentido el autor destaca que la ciudad paradójicamente se habría constituido en base e una imagen homogenizadora y totalizadora en tanto unidad, no obstante las heterogeneidades internas se hacían cada vez más pronunciadas, “de las que el barrio se constituiría en muestra, cuestionador de la unidad” (Gravano 2003:254) con lo que mediante el barrio podemos capturar, o almenos intentar una captura de las tensiones entre la homogeneidad y la heterogeneidad, en un nivel en el que el pensar el barrio nos obliga a observar las relaciones con la ciudad.
Creemos que en lo anterior tenemos una importante herramienta crítica para repensar y discutir los barrios a nivel local, partiendo del enfoque de las realidades autocontenidas tan corrientes en los enfoques de política pública y en no pocas aproximaciones académicas nacionales a lo barrial.
En esa perspectiva el considerar relacional y dialécticamente el barrio no sólo nos ilumina sobre el papel de la ciudad y sobre todo del centro sino que además permite concebir lo barrial como una oposición al centro. Pero el enfoque dialéctico no sólo permite echar luces sobre las asimétricas y dinámicas relaciones centro-periferia sino que además a las relaciones dialécticas entre barrios.
Gravano destaca a su vez que el aunque la variable más tangible es la espacialidad el barrio no constituye una unidad exclusivamente física sino que debe ser considerada en su carácter significante.
Por su parte las relaciones entre centro y barrio dan luces sobre la relación entre el barrio y el estado, relaciones en algunas veces marcadas por la carencia, la ausencia y el conflicto.
Por otra parte el autor destaca que la concepción del barrio como escenario serviría para enmarcar en el ciertas problemáticas urbanas que tendrían un efecto estigmatizador y que depositarían en los barrios el prejuicio social en la perspectiva del centro urbano.
Gravano sostiene que las transformaciones contemporáneas del capitalismo en su versión neoliberal criolla se expresan en lo que el autor denomina la ruptura de las tramas barriales clásicas. Al respecto podemos captar explícitamente uno de sus principales objetivos, a saber complementar la teorías de la dependencia con la intersubjetividad cultural en el contexto de lo barrial, con lo que el enfoque de lo cotidiano, local y particular no pierde conexión con el paisaje estructural, algo como el cruce de la biografía y la historia que planteara Wrigth Mills con su clásica “Imaginación Sociológica”  ya en 1959.
Desde múltiples perspectivas teóricas se corre el riesgo de simplificar la mirada y observación de lo barrial, en ese sentido Gravano recoge una de las simplificaciones más recurrentes de lo barrial, la que sitúa a lo barrial como fuente de valores que lo oponen al caos urbano del “afuera” que implica el resto de la ciudad, lo que ciertamente deriva en una idealización de lo barrial.
Sobre este aspecto el autor plantea que el barrio debe ser descubierto, lo que requiere de superar la tipificación del barrio en función de sus manifestaciones observables y considerar sus aspectos intangibles (por ejemplo los ideológicos y axiológicos).
Ya considerando “también” dichos aspectos invisibles es cuando el autor nos introduce en una cuestionamiento que conecta directamente con nuestro objetivo, como es la consideración de lo que el autor denomina heterogeneidades y contradicciones internas.
El barrio como fenómeno atraviese los espacios público y privado, lo individual y lo grupal, es un espacio categorizado como de intersticialidad, este espacio de intersección es social y representa un espacio de socialización que viene a romper con el lazo de lo familiar (Gravano 2003:257), sobre todo en la primera infancia supone un encuentro con una socialización secundaria en el espacio complejo del barrio que puede complementarse, incluso conflictivamente (aunque no necesariamente a nuestro criterio) con lo que el autor define como el lazo familiar y que nosotros relacionamos a una socialización primaria. En esta socialización secundaria, barrial se constituyen los imaginarios de pertenencia, las “raíces” de lo barrial. Me parece importante destacar en este punto nuevamente la noción de lo que hemos llamado desde el comienzo del texto como diversidad y que Gravano con mejor criterio ha denominado heterogeneidad y relacionarlo al conflicto o contradicción.
En relación a lo anteriormente planteado se constituyen imaginarios diferenciados, por ejemplo el de los “verdaderos vecinos”, un ideario idealizado asociado a la transgeneracionalidad.
Sin embargo como plantea el autor, en estos escenarios aparentemente idealizados están mediados y atravesados por relaciones de poder aunque solo queda constatado puesto el interés analítico del autor tiene otros derroteros. No obstante estos escenarios idealizados sobre el barrio nos permitirían pensar y comprender fenómenos que no son barrio, por ejemplo en las villas para el caso argentino. Para el caso chileno este fenómeno no ocurre en la medida de que en el lenguaje y el hable no es el barrio el términos sino el de población.
No obstante el poder es importante y puede vincularse a la producción de sentido, en ese sentido Gravano recurre ingeniosamente al referente de la semiótica de la cultura de Tartu, del que toma la noción del “poder semiótico” lotmaniano para dar cuenta de que los imaginarios sociales no serían la suma aritmética de los espacios representados sino que serían fruto de contradicciones, pluralidad y desajustes de sentido.
Los imaginarios pueden remitirnos a la discusión de identidad, de esta forma el autor plantea la idea del barrio como constructor e identidades sociales, en este punto introduce una idea interesante que elimina el riesgo de simplificar en demasía el análisis, es así como “lo espacial sirve de marca para las identidades de la misma manera que las identidades marcan lo espacial en el proceso de atribución de sentido” (Ibid:259). Profundizando en el tratamiento que Gravano hace de la identidad el autor nos dice que la identidad implica “referirse a procesos de manipulación, control, simulación y ritualidad” (Idem) optando por una concepción de la identidad como proceso de carácter subjetivo y dinámico, llamando a ser precavidos contra una perspectiva quietista, aislacionista y homogenizador de la identidad.
En relación a la identidad como temática de discusión y sobre todo considerando nuestro interés en las heterogeneidades internas, una de las dimensiones a nuestro criterio más interesantes de lo resaltado por el autor como lo es la dimensión generacional, en ese sentido una forma de heterogeneidad interna es la generacional. En esta podemos encontrar diversos imaginarios e relación al barrio, jóvenes y adultos enfrentan imaginarios que podrían representar una dialéctica generacional referida al espacio social.
Lo anterior supone una tensión más, permanente en la construcción de sentido barrial, en sus propias palabras “la identidad social es el conflicto continuo entre su reproducción y su ruptura.... sin  peligro de ruptura no hay modelo que apunte a la reproducción” (Gravano 2003, p-265), en relación a dichas rupturas y al factor generacional, el barrio se constituye en representaciones contradictorias entre los adultos (anclados en imaginarios tradicionales) y los jóvenes quienes re significan y actualizan el barrio.
En esta tensión encontramos un hilo conductor hacia otra tensión, la tensión entre el pasado y el presente, el pasado no sólo puede ser expresado en los adultos sino que también en la población de mayor data, los establecidos de Elias y Scotson
Las reflexiones anteriores nos son útiles para comprender los fenómenos de las distintas datas históricas de población, derivadas en el caso de Copiapó de las distintas etapas productivas del modelo de “desarrollo” local en las últimas tres décadas.
Por otra parte lo generacional nos permite pensar problemáticas como  las pandillas en determinados barrios (poblaciones) locales y su relación compleja al interior de los confines del barrio, situaciones invisibilizadas desde la observación externa, muchas veces simultáneamente homogenizadora, estigmatizadora y amplificadora de ciertos fenómenos.
En relación a dicha amplificación de factores estigmatizantes desde las representaciones que desde el centro se hacen de los barrios, podemos relacionarlo a la temática de la producción ideológica y el conflicto interclasista, con esto remitimos a la diferenciación urbana y los procesos de segregación y subordinación social al interior de las ciudades.
Con dicha consideración podemos volver ahora sobre la cultura como concepto, y como dimensión, al respecto y conectando con la definición rescatada desde el texto de Mayol y considerando las críticas que ligeramente esbozábamos creemos que encontramos un buen complemento en las páginas de Gravano.
En dicho aspecto podemos destacar como un acierto la incorporación de elementos semióticos de raíz literaria (Lotman, Bajtin) que permiten considerar los aspectos simbólicos sin desvincularlos de los aspectos históricos, a nuestro juicio fundamentales.
En dicho ánimo adecuada nos parece el planteamiento lotmaniano de primero, analizar la semiosis de los fenómenos para posteriormente instalarlos en un escenario o decurso histórico, el que por cierto debe ser dinámico con los que el aspecto simbólico del barrio en tanto aparato cultural  puede ser comprendido en un texto mayor, de características histórico cultural, marxista en el caso del autor revisado, no necesariamente en el nuestro sin embargo el análisis permite ambos análisis.
Es de esta forma como el barrio se constituye a la vez en un símbolo en un discurso de mayor escala, en sus relaciones con la ciudad lo que e incluye las relaciones entre barrios y entre barrio y centro/barrio estado y simultáneamente expresa en su interior contradicciones complejas, que en perspectiva del autor expresan los conflictos estructurales y que nosotros jamos además abierta a una serie de tramas de conflictividad sui generis, propias de las costuras, la artesanía particular de su propio devenir como espacio social.
Un concepto interesante en este punto de lo propuesto por Gravano es el de imaginalidad, con lo que el barrio es capaz simultáneamente de construir y ser construido por el imaginario social, con los que sus elementos territoriales, materiales y ecológicos ocuparía en tanto elementos simbólicos un lugar en una trama ideológica, la que a su vez remite a los vínculos de dichas imágenes y sus ocupación del espacio barrial concreto. Una especie de ficción vivida, en la que los elementos reales son articulados en un artefacto narrativo  o esquemas convencionales de sentido siguiendo a Hayden White, esquemas imaginarios pero que contienen un carácter performativo, es decir se vuelven sobre su creadores y se expresan en el plano de la praxis.
De esta manera tanto los imaginarios externos, cargados de prejuicios y estigmas sobre el barrio constituyen no solamente una forma discursiva sino que simultáneamente una forma relacionarse antes el barrio y su población, un tránsito de lo enunciativo a la pragmática en tanto realidad vivida a través del lenguaje, lo que conectamos a los actos del habla de la tradición fundada por  Austin (1955) y continuada por Searle entre otros.
Lo anterior supone una forma de entender el prejuicio desde el barrio mismo, ya sea de otros barrios o del “centro hegemónico” de la ciudad y una forma de actuar en relación a dicho imaginario.
Lo anterior nos ayuda a comprender la distancia social, la que aparece al menos en el caso de barrios Copiapinos como el de la “Población Rosario” en la que hemos tenido alguna experiencia de campo aparece con una notable asimetría en relación a las distancias físicas, si bien destacamos la mediación de algunas “fronteras” físicas y materiales entre el barrio y la ciudad, estas tienen más un carácter simbólico y no revisten una mayor dificultad de tránsito. Por lo demás la distancia física real entre el barrio y el centro es mínima sin embargo su distancia social se percibe como pronunciada.
Podemos introducir siguiendo a Segura (2012), una conceptualización clásica de la antropología como lo es el de distancia estructural de Evans Pritchard, a propósito de su clásico estudio “Los Nuer” para comprender el fenómeno planteado. Al respecto la distancia social o estructural si seguimos lo propuesto por Evans-Pritchard como una construcción social que construye la su vez las prácticas de los sujetos.

Por otra parte volviendo a las heterogeneidades internas, los distintos imaginarios y discursos también suponen heterogéneas formas de construcción del espacio, tejidos semióticos divergentes y acompañados por formas pragmáticas de vivir el espacio creado. Lo anterior se constituye en una herramienta de relectura crítica para comprender diversidades internas y matices de sociabilidad, tanto en consenso como conflictividad.
Al respecto creemos podemos utilizar las reflexiones tratadas para examinar críticamente los imaginarios del barrio, hegemónicos en los monopolios de pensamiento nacional y local, tanto estatales, técnicos como académicos.
En relación a los sesgos mencionados al comienzo de este texto creemos que algunas de as reflexiones y las organizaciones de segundo orden derivadas de la selección conceptual y teórica nos permiten almenos avanzar en la búsqueda de alternativas a la hegemonía teórica en relación a temáticas de comprender la ciudad, constituyen un paso pequeño pero un paso al fin con el objeto de ir delimitando una propuesta hermeneutica de la ciudad, que considere los factores intangibles de la vida social y sus complejas relaciones a la totalidad dialéctica (Gravano 2003:269) que motoriza las construcciones locales en un continuo en movimiento de la cultura, enmarcado en un tejido de contradicciones posibles.
A manera de cierre creemos que la discusión planteada nos dejó en un estado de avance, aunque modesto pero mejor posicionados en el manejo de herramientas teórico conceptuales. Simultáneamente  pudimos aproximarnos a una discusión de la heterogeneidad y las contradicciones (Gavano), elementos interesantes los que pudimos relacionar a las formas de privatización y apropiación del espacio público, también entendida como un referente dialéctico entre los social y lo individual.
Por otra parte nos parece importante el aporte de ambos textos referidos en la medida de que ayudan a rupturar la conceptualización del barrio como un artefacto meramente material y físico, de implicancias principalmente económicas, propiciando en contra partida una atención importante a sus aspectos ideológicos, axiológicos y representacionales organizados en el espacio, como señalara el profesor Segura “lo que tiene importancia social no es el espacio en si, sino el eslabonamiento de las partes en, producidos por factores sociales” (Segura 2012), es decir y volviendo a un enfoque lingüístico, es la sintaxis de los elementos del espacio, lo que a su vez nos remite a una forma semántica específica y por cierto como lo hemos destacado en este texto una forma pragmática.
Lo último nos deja en pie de continuar la exploración de lo urbano mediante conceptualizaciones del lenguaje, no obstante dejamos nuestra revisión hasta este punto, pues creemos hemos completado esta etapa de la discusión.

  
Referencias  

-Gravano Ariel. “Antropología de lo Barrial: Estudios sobre la producción Simbólica de la Vida Urbana”  (Espacio 2003).
-Mayol Pierre. “El Barrio” Cap I “La Invención de lo Cotidiano 2. Habitar, Cocinar” (Universidad Iberoamericana 2006).
-Durkehim Emile. “Las Reglas del Método Sociológico”. Cap II Reglas Relativas a la Observación de los Hechos Sociales. (Ediciones Libertador 2010).
-Segura Ramiro. “Clase N°2 Seminario de Antropología Urbana: Clasificaciones Espaciales, Configuraciones Socioespaciales y Efectos de Lugar”. Maestría en Antropología Social FLACSO 2012.

-White Hayden. “La Ficción de la Narrativa: Ensayos Sobre Historia, Literatura y Teoría”. Eterna Cadencia 2011.

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