domingo, 30 de marzo de 2014

Revolución Cultural, Legitimaciones y Dominación en las Construcciones del Estado


Entrando directamente en materia la temática, lo que  concentra el interés de éste post es el estado como fenómeno social, cultural e histórico además por cierto de lo más evidente que es lo político, la idea es darle una aproximación desde la mirada antropológica y también sociológica y de ésta manera acercarnos a un tratamiento teórico de sus cualidades culturales con la que esperamos complementar una lectura histórica aplicada a nuestro estudio  sobre el fenómeno en Chile.

Como una breve introducción debemos contextualizarnos teóricamente en el estado como fenómeno histórico y cultural, el estado republicano es uno de los productos más definitorios de la modernidad en su dimensión política. En tanto construcción histórica ha sido un instrumento de dominación y muy específicamente la homogenización de la diferencias y diversidades, la idea de estado  y de nación constituyen por tanto el núcleo de un discurso que con diversas intensidades mantiene aún presencia en la actualidad y en particular en nuestros países. Al respecto en el caso de quien suscribe, epistemológicamente desde Chile un país en el que el discurso modernizador y la ideología del estado ha sido tan omnipresente a través de nuestra historia como también poco estudiado desde ciencias sociales, en especial en disciplinas como la sociología y la antropología, más si consideramos de que los ejercicios de construcción de las mitologías nacionales, la invención ideológica de la historia a partir de a segunda mitad del siglo XIX es básicamente la mitificación del estado en tanto instrumento políticos de  una reducida fracción de las elites nacionales. Es por tanto útil relacionar analíticamente algunos de los planteamientos seleccionados.
Entrando en materia y sin un ordenamiento exacto ni mayormente organizado plantearemos el diálogo y discusión entre algunos textos teóricos comenzando con el trabajo de los ingleses Corrigan y Sayer (1985), cuya tesis central versa sobre una interpretación teórica del proceso de la formación del estado conceptualizando ésta dinámica de emergencia institucional y política como una “revolución cultural”, hay que agregar que su análisis desde una perspectiva histórica y que teóricamente recurre a clásicos como la obra de Marx/Engels y a las sociologías de Weber y Durkheim, siempre si desde una perspectiva materialista, eso si que con un matiz ciertamente más abierto y flexible que el de autores inscritos en miradas tradicionales del materialismo. Como objeto de estudio de este proceso de construcción del estado los autores abordan el estado ingles en un análisis histórico.
Siguiendo a Weber el capitalismo burgués moderno no puede entenderse sin contemplar el estado nación como oportunidad de desarrollo de sus condiciones elementales[1], el estado es parte del mismo proceso histórico que el capitalismo moderno, no son fenómenos independientes sino que imbricados, simbióticos.
Por otra parte rescatan de Marx la idea de que las sociedades burguesas necesitaban del estado para “afirmar” sus relaciones internas, ambos teóricos coinciden al develar el papel del poder en el campo de la construcción del estado,  de hecho Weber nos legará una de las definiciones clásicas en ese sentido al conceptualizar al estado como “el monopolio legitimado de la violencia” por tanto desde dicha mirada, la construcción de los estados modernos habrían sido procesos de monopolización de la violencia, una monopolización en muchos casos secular[2], una revolución cultural en la secularización histórica de la modernidad, siendo el estado moderno la estructura u organización humana que detenta el monopolio de la violencia física en una sociedad, estado y dominación están ligados desde la fundación del estado como instrumento aunque destacando que (la violencia) “no es el medio exclusivo pero si específico”  y es el estado quien “cede” el derecho a utilizar la violencia física.
Esta definición nos lleva a adentrarnos en la obra de Max Weber[3] , particularmente explorar algunos momentos de su clásica conferencia “El Político y el Científico”, poniendo gran énfasis en la cuestión del estado en su naturaleza y su funcionamiento y muy importantemente del problema de la legitimación del poder ya que es el poder el tema que finalmente atraviesa en todas sus arterias lo político.
Creemos que podemos establecer un puente teórico coherente entre el problema de la legitimación del poder en Weber, su concepción del estado y la relación a la violencia y el concepto clave planteado por Corrigan y Sayer, el de revolución cultural, en este sentido éstos últimos argumentan que el análisis del estado debe de superar el enfoque tradicional marxista y leninista del estado como “burocracias armadas” o de orden y reclusión entrando en los terrenos de las prácticas, rituales y otros elementos simbólicos que sacralizan su autoridad en la cotidianidad de la vida social representando un cambio sustancial al introducir un amplio repertorio de patrones ritualizados los que introyectan homogeneidad en la diversidad pre estatal de la población dando forma a dicha revolución cultural., la noción de “revolución”  implica que éste nuevo repertorio de prácticas significa un cambio respecto de las prácticas algo así como la instauración de un nuevo paradigma en la terminología de KHUN[4] pero en este caso sobre la dimensión político cultural en las formas de conductas pre estatales y un reemplazo cultural que prescribe y prohíbe manifestaciones dentro del campo del comportamiento social, es decir ejerce una reglamentación de la vida pública.
Volviendo a los aportes de Weber, la legitimidad de la dominación y sus múltiples formas su análisis tipologiza tres procesos de legitimación del poder, por una parte la legitimidad tradicional, habitual en regimenes antiguos, podríamos para los fines de nuestra revisión relacionar ésta forma de legitimidad a las situaciones pre estatales (anteriores a la revolución cultural de los estados); también legitimidad carismática, la que habrían ejercido profetas, jefes y en el caso de la política moderna el caudillo; y finalmente la legitimidad legal basada en la obediencia y por consecuente en la “creencia en la validez de los preceptos legales y en la competencia objetivamente fundada sobre normas racionalmente creadas” (Weber 1919),  y que corresponde con las “formas normadas” introducidas y prescritas por el estado en tanto revolución cultural, en ese mismo sentido tanto las normas como los comportamientos legitimados así como los rituales establecidos por el estado solidifican mediante la sacralización del estado y su discurso en el contexto de la modernidad occidental.
En relación al texto de Corrigan y Sayer y en términos históricos es interesante destacar la singularidad del caso ingles (sobre el que versa el documento), el que fue una nación tempranamente protestante[5] (anglicana) además de configurar un  estado nación de forma muy precoz en relación a otros polos políticos y culturales de Europa no obstante las particularidades son de mayor profundidad y trascienden lo cronológico debido a que el proceso de constitución del estado nación inglés y de sus capas burguesas siguió un proceso muy distinto al de por ejemplo el caso francés de ésta forma en la consolidación del estado sobrevivieron una serie de importantes rasgos tradicionales pre modernos, los que paradójicamente habrían contribuido a fortalecer al estado inglés en su proceso dinámico de construcción.
El estado y su revolución  implicaría un proceso constante de regulación de las “formas culturales”, cada aspecto de la vida social tendría en ésta revolución su forma regulada es decir cada una de las prácticas institucionalizadas o las clásicas “instituciones sociales” de la sociología funcional clásica como la educación tendría su correlato en las regulaciones del estado en la escuela o el orden y su regulación policial es decir las formas establecidas y específicas que el estado imprime luego de ésta revolución.
En éste mismo sentido la política tendrá en éste contexto un proceso de sinomización a las formas institucionales del estado de forma de que el pensaren política nos llevaría a pensar en las manifestaciones reguladas  y establecidas por el estado burgués y que configurarían la política burguesa con sus visibles componentes electorales, parlamentarios y partidistas en ese sentido los autores destacan que “la definición de lo que se considerara “Política” proviene por supuesto de las instituciones del estado” (Corrigan y Sayer 2007:45). Más allá del análisis del caso inglés ésta sinomización ha podido verse también (por acercarnos a un ejemplo más directo) en otros procesos de construcción estatal como en el caso del estado chileno en el que la construcción de una “historia política oficial”[6]  ha ayudado encapsular el significado de lo político en función de las dimensiones institucionales “reguladas culturalmente” por el estado, restando o más bien negando la “categoría” de político a lo que históricamente ha quedado fuera de las parcelas de un estado que ha sido apropiado por aristocracias y oligarquías simultáneamente que ha constituido el pilar de una idea de estado difundida posteriormente por otros canales institucionales como la escuela.
El papel de éstas nuevas prácticas reguladas cumplirían el rol del rito que reafirma la doctrina si se nos permite involucrar conceptos asociados a la religión. En éte punto la analogía entre la política y la religión no es antojadiza si nos detenemos en que una intersección relevante entre ambas es el poder como una dimensión institucionalizadota en tanto el estado es (para ambos autores y siguiendo el legado de Marx) un proyecto totalizante que homogenizaría a los seres humanos incluidos en el estado como miembros de una comunidad de características ilusorias. Esta homogenización borraría “el reconocimiento y la expresión de estas diferencias” (Corrigan y Sayer 2007:46), las diferencias inherentes a las sociedades de tipo burguesas.
En ésta dimensión podemos hacer la relación a los nuevos ritos de ésta nueva construcción, resultantes de éste proceso revolucionario como  herramientas para naturalizar la homogenización cultural antes comentada, ésta construcción de un nuevo poder secularizado requiere de un elemento central con el que sacralizarse y es ahí cuando aparece la idea de nación como instrumento de consolidación de un “nosotros” por cierto ilusorio (respecto alas relaciones internas) y simultáneamente de un “otro” o de otros en el campo de las relaciones externas, la idea de nación estaría potentemente cargada de un poder moral de identificación lo que nos puede dar pie a la conexión durkheimiana (no sin reconocer un pequeño salto conceptual mediante) planteada por ambos autores al rescatar  la idea de “disciplina moral” y la consideración del estado como el órgano máximo de ésta forma disciplinante aunque los autores complementan la idea de Durkheim con nociones marxistas que introducen el conflicto entre las distintas clases con lo que niegan directamente la neutralidad en el disciplinamiento moral del estado. El estado no hace relación en su discurso a aquello en contra lo que se construyó (Ibib:50) y que podríamos relacionar a las formas culturales no prescritas por el estado, las culturas de clase, estamentales, étnicas y de  género excluidas del estado como representación.
En los casos argentino y chileno vemos ejemplos de éste fenómeno en la relación a la construcción de ambos estados durante el siglo XIX los que con diferencias se embarcaron en decididos proyectos modernizadores que buscaron borrar lo que consideraban el atraso, lo tradicional, lo indio construyendo un discurso ad hoc que no sólo validaba una forma específica (la del proyecto de estado nación elitario en ambos países)  (Boholavsky y Godoy 2008:3) rescatando dichos procesos de construcción de estados, tanto el inglés de Corrigan y Sayer como también en los casos argentino y chileno observamos que tanto los estados como sus contriciones discursivas efectúan un doble ejercicio, el de prescribir y proscribir, que podemos relacionar desde la mirada decosntructiva como un proceso de escritura y borradura, siguiendo a Derrida podemos generar una analogía entre los patrones culturales de la revolución cultural de Corrigan y Sayer como actos de “escritura” que actuarían simultáneamente “borrando” los patrones proscritos por el estado entendiendo que la escritura es un sistema finito por lo que el hecho de que desde el momento que “haya una inscripción hay necesariamente una selección y por tanto una borradura, una censura, una exclusión” (Derrida 2002), la inscripción la hace el estado y su discurso y sus prácticas reguladas y homogéneas, la borradura son los discursos marginados por la construcción estatal y sus prácticas culturales lo que podemos relacionar nuevamente al contexto argentino y chileno con las políticas de “pacificación” que significaron una violenta invasión y sometimiento de pueblos originarios en ambos países.

Bibliografía:

-Bohovslasky E y Godoy M . “Ideas para la Historiografía de la Política y el Estado en Argentina y Chile”. En  POLIS, Revista de la Universidad Bolivariana Nº 19. 2008.

-Corrigan, Philip y Derek Sayer . “(Introducción) La formación del Estado inglés como revolución cultural”. En: Lagos, M. y Calla, P. (comp) Antropología del Estado: Dominación y prácticas contestatarias en América Latina Cuaderno de Futuro Nº 23, La Paz: INDH/PNUD 2007

-Weber, Max 2000 (1919). “La política como vocación”. En: Weber, M. El político y el científico, México: Ediciones Coyoacán, pp. 7-80  “”

- Derrida J. En entrevista para el documental “Da´llieurs, Derrida” de Safaa Fathy. Le Sept Art. Gloria Films Production 2002.



[1]              Más adelante ahondaremos en la mirada de Max Weber de una forma más detallada.
[2]              O por lo menos con una tendencia de secularización, aunque dicho fenómeno varía enormemente de un caso a otro.
[3]           Tenemos sin embargo que contextualizarnos para abordar los contenidos de dicho documento ya que hablamos de un sociólogo transicional entre el siglo XIX y XX  no obstante su obra tiene fronteras y  desplazamientos mucho más amplios, Weber no es sólo un sociólogo de la modernidad en crisis sino un intelectual que logro salir del paradigma de occidente con un análisis meticuloso de las formas de organización social, económica y especialmente religiosa en distintos contextos orientales. Una vez destacado este detalle entramos en lo político, sobre este tópico su conferencia emerge desde el concepto de estado moderno.

[4]              En relación a Thomas Khun y su clásica obra de  teoría del conocimiento “La Estructura de las Revoluciones Científicas”
[5]              Aunque por motivos tal vez de una coyuntura más puntual que en el caso alemán, como olvidar el episodio de Enrique VIII.
[6]              Hasta a mediados de la década de los 80`s la historiografía chilena había tenido una orientación netamente política, la historia del país se había contado a través de la cronologización de las etapas políticas acentuando el papel de los gobernantes dejando completamente afuera todo lo excluido del dominio del estado. A partir de dicho periodo y en adelante la llamada Nueva Historia Social se consolida como un importante referente historiográfico que da sustancia a sujetos históricos antes invisibilizados (obreros, campesinos, peones, artesanos, empresario etc) por la historia política tradicional chilena. Destacamos en ese sentido el trabajo de Gabriel Salazar, Sergio Grez y Julio Pinto entre otros autores.

viernes, 7 de marzo de 2014

(En)Cerrados


Maquiavelo escribía en su carta a Lorenzo de Medicis que tanto la colina como el fondo de los valles ofrecían puntos de vista, posiciones de perspectiva distintos sobre un mismo paisaje, con ello el filósofo nos entregaba no solo una poderosa lección epistemológica sino también una gran metáfora espacial, paisajística y topográfica. He querido rescatar la topografía como problemática, como dimensión del espacio, una dimensión algo abandonada sobre el paisaje, y a partir de aquel intento de rescate pensar sobre las topografías del valle de Copiapó.

Éste artículo  ensaya sobre una posible interpretación cultural de los entornos geográficos y sobre todo las formas topográficas del paisaje en el norte Chico de Chile, Ensayamos un enfoque hermenéutico sobre el paisaje en una lectura si se quiere poética, con seguridad literaria de la geografía.

Entrando en materia me gustaría partir reflexionando en el título de éste breve trabajo.. (en)cerrados…con encerrados quiero entrar en las dinámicas del juego o “los juegos del lenguaje” siguiendo la famosa frase de Wittgenstein[1].. y la palabra encerrados nos da la posibilidad de jugar en el entretenido patio del lenguaje como niños en un jardín pero con los significados en lugar de juguetes.
He utilizado los paréntesis para separar el prefijo “en” como un significante como tal, por otra parte “cerrados” funciona como otro significante en un juego en que ambos participante de un significante compuesto. Lo entretenido es que los significados que tratare son dos y ambos apuntan en una dirección que motivara la reflexión que dará sustancia a la parte central de éste artículo, el primero juega con encerrados sin el paréntesis y el segundo con el paréntesis de ésta forma: (en) cerrados.
Si partimos con el primero, encerrados nos habla de  estar dentro de algo cerrado,  en ese aspecto aparecen como centrales las nociones por una parte  de “dentro” y por otra la noción de “cerrado”, oponiéndose ambos respectivamente a nociones como afuera y abierto.. ese sería el primer significado en juego.
Esta primera aproximación es más bien una aproximación formal, gramaticalmente textual y nos entrega un significado que apenas no aproxima a la parte confusa de nuestra argumentación y que necesita del segundo significado en éste juego de palabras.
(En)Cerrados utilizando el paréntesis es ciertamente más juguetón ya que es en si el juego propuesto, esto porque la utilización del paréntesis modifica los significados y atribuye deformaciones en cierta medida metafóricas que nos acercan a lo literario.
Pero como un juego comenzamos por el final, con el significante “cerrados” queremos hacer referencia a una condición geográfica definitoria en nuestro país y muy en particular en el valle de Copiapó, a saber los cerros como protagonistas, eternos y en gran medida transversales de nuestro paisaje, a mi juicio la superficie en la que se han dibujado los textos de nuestra cultura.
Son los cerros los que  constituyen el denominador común más general a nuestra diversa geografía, son los cerros los que están presentes tanto en el frondoso y húmedo sur como en el desértico y caluroso norte, muchas cosas pueden cambiar  a través de la estrecha y larga geografía chilena sin embargo son los cerros los que se mantienen como una marca de nacimiento que nos sitúan y nos dicen que estamos aquí en territorios andinos, los cerros configuran los valles que nos dan cobijo y esa condición geográfica es según creemos no  una verdad geográfica objetiva sino también una condición poética de nuestro territorio, observando sus formas físicas, sus relieves y accidentes no como una verdad de geografía física sino que explorando una verdad poética (como diría Víctor García de la Concha en relación a su lectura de los “Cien Años de Soledad” de García Márquez).
Nos preguntamos por la neutralidad del espacio en nuestra caracterología, dejando por cierto de lado una perspectiva de constreñimiento del entorno creemos que no podemos soslayar las topografías del paisaje, pues, son el marco en el que hemos vivimos y hemos desarrollado nuestras expresiones culturales e históricas, por tanto un juego hermenéutico sobre el paisaje algo puede decirnos sobre nosotros mismos, tal vez con lo sutil de un mensaje subliminal, tal vez como una proyección mía en cuanto observador y escritor, sin embargo como autor soy parte del mismo objeto de  ésta reflexión.. en el he nacido y vivido, he crecido, a aquel paisaje al que me volví extranjero para luego regresar, en un extrañamiento plástico y ambiguo.
El cerrados es en éste sentido un elemento que nos habla (o nos quiere decir) de los cerros como una condición[2] presente en nuestro territorio.
Siguiendo con el prefijo “en” entre paréntesis y antecediendo el “cerrados” nos dice que estamos entre cerros, quiero poner ahora las cosas en perspectiva temporal y plantear que no sólo estamos entre cerros sino que también lo hemos estado, esto destacando como un dato no menor de que ésta condición poética y geográfica nos ha acompañado tanto a nosotros los chilenos como a los anteriores criollos coloniales y por cierto también a los pueblos originarios que han desarrollado sus formas de vida en nuestros territorios.
Ahora quiero fijar un poco la perspectiva territorial, así es como quiero centrar el análisis en lo que constituye el fenómeno de estudio de ésta serie[3], esto el Valle de Copiapó y de la ciudad como fenómeno cultural.
Ahora habiendo ya definido la perspectiva territorial quiero volver brevemente sobre el juego de palabras, vuelvo enteramente y por un instante al encerrados y dando cuenta de ambos significados en juego, el de estar cerrado dentro de un espacio de cerros, con encerrados damos cuenta de dicha condición de marco, de superficie sobre la que desplegar las escrituras, es decir que las escrituras se despliegan entre una escenario enmarcado por los cerros como paisaje natural y es sobre es hecho  y las interpretaciones que de ello hacemos que nos encargaremos en los párrafos que siguen.
Que nuestra geografía es accidentada es ciertamente un lugar común, un cliché pero no por ello deja de ser cierto, es más lo irregular de nuestro paisaje es muchas veces uno de los más exóticos atractivos para turistas que vienen de mundos y paisajes mucho menos accidentados. Es ésta situación de irregularidad uno de los elementos que más llaman la atención a ciudadanos de geografías planas como la Holandesa e incluso sin ir más lejos la Argentina. Lo anterior es relevante puesto no es un elemento muy destacado en los análisis de la cultura salvo algunas excepciones en las que se vincula la cordillera de los Andes a la caracterología chilena sin embargo nuestra idea es que además de la cordillera la condición de las interminables cadenas de cerros y montañas acompañan nuestra cultura importantemente en los valles transversales como espacios históricos, sociales y por sobre todo simbólicos y poéticos a través del devenir del interrumpido y rezurcido relato relato de lo Chileno.
Es en ese sentido muy interesante estudiar el caso del valle de Copiapó puesto los cerros y las topografías  irregulares constituyen el escenario de lo real y también de lo posible, cualquier punto de vista otorga una perspectiva en la que los cerros están presentes, ésta condición ecológica ha permanecido en cierta medida invisible en parte importante de la historiografía[4], sobre todo desde el enfoque que estamos proponiendo la lectura de éste artículo.
El valle nos encierra, nos abraza y también nos deja espacios de escape, de fuga, nos deja ver y simultáneamente nos ciega, ciertamente, de una forma u de otra condiciona nuestra perspectiva.
Nuestro valle de Copiapó es y sobre todo era hasta hace unas dos décadas algo así como un verde corte en el paisaje, una marca y refugio en el paisaje, una ruptura de transición matizada del gigantesco y sabio espacio desierto que conocemos con el nombre del desierto de Atacama[5].
Algunos geógrafos discuten sobre la denominación climática del Valle, la discusión está entre la categoría desértica y semi desértica. La denominación de zona semi desértica parece ser la más ad hoc a la condición de valle, de brazo húmedo que baja desde la cordillera al mar recorriendo un transitar zigzagueante,  alternando la vegetación del valle con la sequedad de nuestros cerros.
El valle ha sido desde épocas y relatos olvidados, el refugio de vida, el rol del valle yel Río Copiapó, ahora cercenado y por sobre todo prisionero casi agónico de la rentabilidad de las industrias instaladas en el valle,  sobre explotado, el que desde épocas de las que no conocemos memoria alguna, dicho río  ha sido el de dador de vida…. por lo que el valle y el Río han sido escenarios de prácticamente todas las formaciones sociales estables además de constituirse en un punto de descanso para los viajantes.
Si atendemos la tesis de Guillermo Cortés Lutz[6] respecto de que el comienzo de la historia de Chile ocurre en Chamonate[7], la afirmación nos da cuenta de que la(s) primera(s) expediciones[8] en el territorio que posteriormente  fue territorializado política, administrativamente y sobre todo simbólicamente como Chileno tuvieron como primer punto de descanso y más relevante, de toma de posesión del territorio en nombre de la corona el escenario del valle de Copiapó. Esto no es casual ya que da cuenta de que la expedición encuentra acá un punto de abastecimiento y un refugio ante lo implacable del desierto.
Ese primer asentamiento rescatado por la recién llegada concepción de registro de la historia de alguna manera, no era novedosa si pensamos de que pueblos muy diversos hicieron lo mismo antes sin dejar vestigios escritos, vuelvo sobre los mismo para destacar que el valle y las formas de inscripción cultural en el valle sin tal vez una de las pocas “constantes” (si cabe pensar que pueda existir algo así) a través de los múltiples relatos cruzados en los que entendemos por historia.
En oposición si pensamos en el desierto de Atacama, el espacio monumental donde la sequedad se vuelve inhóspita, sobre todo si intentamos comprender el punto de vista de los expedicionarios tendremos en cuenta que éste desierto presentaba las más adversas condiciones para la vida por lo que el Valle de Copiapó (y por cierto también el río) aparecían como un oasis, además nos importa destacar la condición de espacio entre cerros[9] (elemento no menor a nuestro análisis), el valle cumple y ha cumplido una función imprescindible, la de otorgar un espacio propicio para la vida humana en la que el agua humedecía la sequedad del desierto.
El valle es, necesariamente el espacio para la vida en la zona con lo que justifica su relevancia como espacio y escenario histórico, puesto prácticamente no ha habido alternativa, en ese sentido destacamos la elección del escenario en el que juegan las escrituras que sometemos a lectura e interpretación.
Habiendo transitado las reflexiones anteriores a manera de introducción, podemos decir que el agua supone la fertilidad de las tierras humedecidas por el río y la protección de las paredes del valle, las que ofrecen el escenario ecológico en el que múltiples grupos humanos en distintos puntos del devenir, tanto el pre occidental (en relación a las culturas pre colombinas de la zona de las que pocos registros han quedado) como también el cronológico (en relación al repertorio de registros de la historiografía imaginada lineal y acumulativamente) desarrollaron cotidianidades y desplegaron sus escrituras, sus textualidades en el espacio devenido en territorio una vez procesado culturalmente.
Otra condición es relevante de destacar en relación al Valle de Copiapó y es ser el primer Valle transversal luego del desierto de Atacama, e inaugura un nuevo repertorio geográfico en dirección al sur en la geografía de lo que posteriormente sería conocido como Chile.
Pero volvamos ahora a los cerros y al valle, en especial el valle como espacio de refugio y los cerros como muros protectores, como barreras en el escenario “natural”, elementos que nos remiten al marco de vivencialidad y muy importantemente a una condición del campo visual.
Ahondaremos en relación a lo visual en el próximo párrafo sin embargo no quiero avanzar sin antes poner en cuestión ciertas naturalizaciones, en ese sentido cuando usamos comillas para referirnos a la idea de escenario “natural”, es porque consideramos más adecuado  hablar de escenario ecológico por que éste, en tanto marco material y físico son interpretados y naturalizados, por lo que la idea de natural es fruto de un proceso de asimilación cultural del espacio.
Recogiendo ahora lo relativo a lo visual, creemos que es importante es importante y en éste sentido queremos relevar la visión como un importante sentido en nuestro repertorio perceptivo, esto en relación a que mediante al articulación de estímulos (en éste caso visuales) se genera una especial configuración del mundo y ésta configuración de mundo condicionada y adornada por los cerros tiene como característica una perspectiva encerrada, esto en el doble sentido y significado analizado en el comienzo de éste trabajo ya que la perspectiva está intervenida por los cerros, es cerrada y está entre cerros por lo que los campos visuales no permiten una perspectiva larga ni amplia sino que corta y medianamente amplia.
Entre cerros el horizonte es ausente, también el sol atrasa su llegada y adelanta su retirada… los campos visuales entre cerros son distintos, particulares y nos sitúan en una escala específica en cuanto a la temporalidad y ésta temporalidad está de alguna manera emparejada de una manera casi simbiótica a la arquitectura natural de la ecología de la zona.
Pero la cuestión trasciende con mucho lo de la perspectiva y el sentido de lo visual, la topografía habla de alturas en relieves en los que uno sube y baja al transitar de posición, como podemos inferir de lo que recogimos de Maquivelo al comenzar este texto, el paisaje puede ser el mismo pero no es lo mismo observar desde arriba y desde abajo, ela topografía nos lleva a reflexionar sobre nuestro posicionamiento y con ello nuestro propio movimiento en el espacio.
Ésta condición del paisaje es a la vez una condición marco para la poesía vivida de la cultura local (y en muchos casos también nacional-macro regional), la que tiene un correlato tal vez sincrónico o arquetípico (en el sentido de C.G Jung) a nuestra(s) caracterología(s) colectiva(s).
Nuestra cotidianidad y muchas de nuestras cotidianidades de las narrativas coloniales, criollas y posteriormente chilenas han estado marcadas por una condición de perspectivas accidentadas y restringidas al corto plazo tal como lo permiten los cerros a nuestros campos visuales. Ésta situación  contribuye como una condición importante (aunque en ningún caso determinante) en cuanto a las relaciones que como seres humanos podemos tejer con el tiempo.

Bibliografía y Referencias
-Jocelyn Holt. 2000. “Historia General de Chile I. El Retorno de los Dioses”, Santiago de Chile: Planeta
-Maquiavelo, Nicolás. 1935. “El Príncipe”, Santiago de Chile: Ercilla
-García de la Concha, Víctor. 2007. “Gabriel García Márquez, en busca de la Verdad Poética” en: García Márquez, Gabriel “Cien Años de Soledad (edición conmemorativa)”, Madrid: Alfaguara


Notas:


[1]              (1889-1951) filósofo del lenguaje y también de la lógica austriaco, aunque nosotros sólo tomamos la frase que indica la “superposición de los juegos del lenguaje” y no el enfoque teórico del autor.
[2]              La noción de “condición” es importante para nosotros por tanto nos separa de la dureza e inflexibilidad de la noción de determinante, en ese sentido resaltamos que los cerros son para nosotros una condición del paisaje y por tanto forma parte de las condiciones en las que se desarrolla la cultura más no la determina.  Nosotros si manejamos la tesis de una vinculación entre la cultura y la condición “cerrosa” de nuestro paisaje pero esa vinculación está poéticamente leída.
[3]              Me refiero a la serie de artículo sobre la cultura en el Valle de Copiapó, en particular sobre la noción de “ahistoricidad”, serie de la que éste artículo también forma parte.
[4]              Tal vez una excepción en éste sentido sea el trabajo de Alfredo Jocelyn-Holt (2000) en su “Historia General de Chile Tomo I”, donde el autor otorga un tratamiento que recoge un perfil  mítico a elementos como el tiempo y al espacio. particularmente interesante a los efectos temáticos de éste artículo es la primera parte “Valles, Cerros y Sacrificios”.
[5]              Actualmente parte del valle ha comenzado un proceso de desertificación debido a la sobre explotación de los recursos hídricos de la cuenca, no obstante éste fenómeno el valle sigue siendo el borde, la frontera del desierto de Atacama.
[6]              El historiador profesor  Dr Guillermo Cortés enfatiza el factor pionero en la lectura de la toma de posesión como un suceso fundante de Chile, nosotros sólo recurrimos al suceso como argumento de la funcionalidad estratégica de fundar poblados en las riveras del valle. Sin embargo como elemento posicionador desde un punto epistemológico no centralista es absolutamente relevante, en ese sentido es coherente con el carácter marcadamente local de éste trabajo.
[7]              Sector rural en las cercanías de Copiapó, Región de Atacama Chile, a unos 15 kilómteros al nor oeste de la actual capital regional.
[8]              Pensamos acá en personajes y empresas pioneras como las de Diego de Almagro y Pedro de Valdivia
[9]              Condición común a los valles en general.