sábado, 3 de agosto de 2013

Norbert Elías: Establecidos y Marginados, una reseña crítica

En esta humilde tribuna, donde damos recreo a reflexiones innecesarias y cotidianas, a veces complejas, nos tomamos a veces también en serio la sociología, es así como en los párrafos y líneas que siguen, reseñaremos el conocido “Ensayo teórico sobre las relaciones entre Establecidos y Marginados” de Norbert Elias, ensayo que sistematiza principalmente las conclusiones de corte teórico del clásico estudio etnográfico realizado por Elias y Scotson en la comunidad de Winston Parva y que ha sido recogido del libro “La Civilización de los Padres y Otros Ensayos”1 compilado por la profesora Vera Weiler.  
Haremos un recorrido por algunas de sus ideas centrales intentando una organización crítica de las ideas recogidas del autor sometiéndolas a su vez a una interpretación en función de lo que nos parece son algunas deudas intelectuales invisibles en el texto.
Uno de los primeros elementos que son particularmente llamativos de éste trabajo es el énfasis puesto por Elias en la diferenciación interna en el contexto suburbano estudiado. Al respecto ya ésta preocupación de su elaboración teórica resulta refrescante sobre todo en un panorama en el que el estudio de los sectores suburbanos tenían aún un sesgo mitificador de los popular, de las clases obreras como herederas de la promesa revolucionaria marxista. En ese sentido el trabajo teórico urbano de Norbert Elias implica tanto una sutil valoración de la obra marxista (sobre todo en la dimensión del conflicto) como sobre todo una profunda crítica de su tratamiento del poder. En ésta dimensión y desde una perspectiva de análisis crítico creemos que Elias nos reconecta con la teoría weberiana (aunque sin hacerlo explícito), sobre todo en el tratamiento del poder y la estratificación social (por ejemplo en “Economía y sociedad) de manera de que por una parte el mantener el interés en el conflicto y por otra parte descentrarlo desde lo económico-material hasta lo social y lo simbólico supone uno de los grandes aportes del trabajo de Elias (y por cierto también de su coautor John Scotson) aplicables al estudio de los fenómenos urbanos y las dinámicas de barrios suburbanos.
El problema central del estudio original que da motivo al ensayo revisado fue la acentuada división interna de la población de la comunidad de Winston Parva en una relación de subordinación mediada por una dinámica social del poder entre los residentes antiguos, tipificados por el autor como los establecidos y poblaciones más recientes en el barrio, quienes serían a su vez marginados en ésta relación social.
En ese sentido y en lo que algunos podrían interpretar como la herencia marxista en tanto relaciones dialécticas medadas por el poder el autor traslada dicho fenómeno fuera del campo clásico centrado en factores económicos y materiales y busca abrir la reflexión de modo de comprender relaciones de enfrentamiento y subordinación más allá de los límites aún estrechos de la lucha de clases. En ese sentido más que una herencia del materialismo histórico lo que podemos rastrear allí en Elias es una herencia más cercana a Hegel2, en particular a su “dialéctica del amo y el esclavo” (“Fenomenología del Espíritu” de 1807) por tanto en ésta conceptualización se centraliza el fenómeno en un fenómeno dialéctico atento a las relaciones de la conciencia en la dinámica social en la que las configuraciones sociales significadas en la relación darán el dibujo de la subordinación resultante. Nuevamente en éste caso observamos o más bien interpretamos una importante influencia (tale vez de segundo orden, mediada por Karl Marx) en el trabajo de Elias algo invisivilizada en cuanto las deudas intelectuales.
Sin embargo no deja de ser meritorio en el contexto de los estudios sociales en ambientes urbanos el preparar una receta que involucrase ingredientes de la teoría con un potencial explicativo e interpretativo que lograsen trascender las barreras clásicas en el estudio de los fenómenos urbano-populares
Más allá de las invisibles herencias mencionadas nos perece que entrando en materias medulares y aún muy relacionado al párrafo anterior podemos comenzar recogiendo la reflexión del autor respecto a los términos de “noble” y “villano”, respecto del primero destaca su doble significado en el que nos remite tanto a una posición social de alto rango como a una alta valoración social, es decir (nuevamente recurriendo a weber) hablamos acá tanto de una posición social como de su legitimación socialmente positiva. Mientras que el segundo término “villano” por el contrario nos refiere a un fgrupo de posición baja y baja valoración social, de ésta forma los posicionamientos en una estructura social pueden ser comprendidos de un halo de legitimidad social muy asociado a las definiciones morales. En éste sentido ambos términos nos dirigen a pensar en términos relacionales (lo que nos vuelve a conectar a Hegel) a nivel colectivo y social.
Adentrándonos en las nociones clave en el recorrido teórico nos encontramos con la autoimagen (que puede ser rastreada de las autoconcepciones del deseo en Hegel) de forma que la autoimagen de normalidad o de superioridad social y moral de los grupos con cuotas mayores de poder y que logran definir dichos términos como constitutivos de una relación social logran generar una relación de subordinación simbólica, ésta forma de relación puede ser observada entre diferentes tipos de grupos y categorías sociales y en diversos momentos de la historia entre los que el autor menciona como ejemplos a blancos v/s negros, judíos y no judíos, protestantes y católicos, hombres y mujeres (Elias 1998:82).
En un nuevo rastro de herencia weberiana la noción de autoimagen puede ser introducida al campo concreto de estudio, es decir a la reflexión sobre la situación de las relaciones entre establecidos y marginados en Winston Parva, al respecto el grupo establecido logra definir los términos de la relación social anclada en el “carisma de grupo”, es decir se autotipifica como dotado de una serie de elementos propios compartidos que configuran una autoconcepción de ser “mejores” en relación a sus “otros” en términos colectivos, a saber los nuevos habitantes del barrio considerados por ellos como carentes de dicho carisma de grupo. Es decir se observa un proceso de patrimonialización del carisma de grupo en el que se construye una pequeña hegemonía gramsciana.
Es relevante en éste punto de la lectura relevar algunas preguntas introducidas por el autor y que nos ubican en los senderos que interrogaran los mecanismos mediante los que unos se auto atribuyen superioridad y cuales serían los medios que utilizan para imponer “la creencia en su propia superioridad” (Elias 1998:83) pero para comenzar a explorar dichas interrogantes es necesario situarlas en el marco del estudio que da origen a las reflexiones del ensayo.
En concreto Elias destaca como fenómeno fundamental las relaciones de dos grupos asentados en barrios distintos de una misma comunidad, al respecto nos señala que los comentarios cotidianos hacían visible un imaginario social en el que los residentes antiguos no sólo marcaban una diferencia respecto de los nuevos residentes sino que además acentuaban la idea de ser “mejores” que los nuevos: Además de ésta diferenciación explicitada en el discurso de los antiguos residentes se expresaba además una práctica permanente de “evitar” el contacto con los otros justificando ésta práctica discriminatoria en un a estigmatización de tipo social, al tildarlos “a todo idistintamente de burdos y poco educados” (Ibid:83), aparece un ejercicio relacional de exclusión de un nosotros construyendo un espacio de alteridad de marginación, apareciendo el concepto de los marginados como categorización social para los habitantes nuevos, los inmigrantes recientes de la comunidad local.
El párrafo anterior da cuenta de un proceso social de conformación de identidad y alteridad colectiva al interior de la comunidad de Winston Parva en la que los habitantes rotulados (la teoría de la rotulación del interaccionismo simbólico algo podría ayudarnos a hacer un paralelo interpretativo, también el estigma social de Goffman) como marginados terminan por aceptar su condición de su ubicación social y su consecuente menor prestigio y valoración social por cierto destacando que con resignación aunque el autor destaca que la baja respetabilidad que justificada dicho juicio discriminatorio habría sido justificado apenas para una pequeña minoría, volveremos sobre éste detalle interesante a nuestro juicio en momentos posteriores de ésta reseña.
Regresando ahora a la evitación de contacto social por parte de los establecidos es interesante resaltar la construcción de un cierto tabú en relación a los contacto entre los grupos, los que eran puestos en funcionamiento mediante un mecanismo potente de comunicación social como lo es el “chisme”, con consecuencias en la dimensión del control social.
En relación al chisme éste podía utilizarse de manera positiva para los establecidos es decir la circulación de chismes elogiosos para el grupo o sus integrantes, lo que reforzarían tanto su cohesión grupal como su posicionamiento privilegiado en relación a sus alter grupo marginado, por el contrario el chisme podría ser utilizado como un arma en contra del grupo marginado con chismes de tipo injurioso, reforzando la relación de desigualdad social y simbólica definidas por los establecidos.
Ya introducidos al problema central cabe hacerse algunas preguntas complementarias y que pueden tener su origen en el cuestionamiento sobre los fundamentos en las diferencias entre ambos grupos, en éste punto podemos situar la revisión crítica del perfil teórico de tipo marxista muy extendido en análisis sociológico que atendía principalmente al factor económico material como factor determinante de la posición en la estructura social, la que puede ser identificada en la incorporación a la estructura laboral.
Sin embargo un enfoque de ese tipo no podía explicar la situación observada en Winston Parva puesto ambos grupos compartían (con matices) características en las dimensiones económicas y materiales, es decir formaban parte de la misma clase social, entonces la diferencia habría de ser buscada en otra dimensión y es ahí donde podemos identificar uno de los buenos “goles” de Elias en la medida de que se introduce una reconceptualización del factor histórico, es decir de las trayectorias de ambos grupos sociales en la relación observada y analizada.
El término utilizado por el autor es simplemente la antiguedad, sería la diferencia en la antiguedad de los grupos habitando la zona el factor diferenciador en juego para el caso analizado.. y teniendo en consideración dicha consideración y sobre todo teniendo en el escenario el caso concreto de Winston Parva la antigüedad de los grupos se constituye no solo en un factor diferenciador sino que también en una respuesta ante las preguntas que exploraban el camino a develar los mecanismos simbólicos y de poder mediante los que un grupo social para situarse en una relación de superioridad en relación al otro grupo. En éste punto se hace evidente la importancia de la antigüedad de ambos grupos como un componente clave en la estructuración de un tipo de relación específica, una relación eminentemente social.
Ante las ideas antes comentadas podemos destacar dos elementos centrales y constitutivos del factor antigüedad planteados por el autor como lo era la cohesión social interna y su consecuente identidad colectiva y sentimiento de mancomunidad y muy relacionado a éste factor también la posibilidad de manejar en control social. En relación a lo anterior podemos ver concretamente la crítica de Elias a las teorizaciones objetivistas sobre el poder puesto el poder en éste caso aparecía como socialmente constituido en función de una cohesión interna e identidad colectiva construida a traves de una trayectoria histórica común lo que a su vez daba la posibilidad de activar mecanismos de control social informal como el anteriormente mencionado “chisme”.
En cambio los inmigrantes nuevos residentes “no sólo eran extraños para los que llevaban más tiempo allí como residentes, sino también entre ellos mismos” (Ibid:86) lo que ilustra muy bien la diferencia respecto de los grupos antiguos puesto al no tener una historia común y ser extraños al interior de su grupo su cohesión social y cuya posibilidad de instrumentalizar herramientas como las redes sociales y los mecanismos de control social era claramente menor que el de los antiguos residentes.
A su vez nuevamente refiriéndonos a los antiguos residentes tipificados teóricamente por el autor como los “establecidos”, estos aprovecharían instrumentalmente su cohesión social ejerciendo para aquello la exclusión de os otros mediante el instrumento de la estigmatización configurando una particular manera de posicionamiento social para si mismos privilegiado, lo que hace que comprendamos plenamente la idea central “al hablar de una figuración de establecidos y marginados” (Ibid:87).
Adentrándonos de lleno en los mecanismos mediante los que establecidos “figuran” las relaciones es relevante reflexionar en algunas particularidades de la estigmatización como instrumento de construcción de imaginarios sociales, al respecto los establecidos se sentían participes no solo un carisma de grupo dotado de cualidades positivas para ellos mismos, sino que también simultáneamente y por contraste dialéctico atribuía un efecto de halo negativo a los marginados, a quienes se les asignaban una serie de malas cualidades configurando un imaginario plenamente anómico para los marginados. En lo anterior observamos una axiomatización moral de las relación entre establecidos y marginados en función de lo que el autor llama “fantasías colectivas” creadas por el grupo establecido .
Reflexionando sobre la estigmatización el autor plantea que “un grupo puede estigmatizar a otro efectivamente sólo mientras esté bien establecido en posiciones de poder de las cuales el grupo estigmatizado se encuentra excluído. Mientras perdure esta condición, el estigma de la desgracia colectiva impuesto a los marginados puede resistir” (Ibid:89) construyendo una hipótesis teórica que explicaría la estigmatización observada en su trabajo de campo con lo que podemos entender el estigma como un instrumento de poder la lucha por la conservación de la superioridad social, agregando que la estigmatización puede incluso paralizar a los grupos subordinado. Sin embargo el poder de estigmatizar a otro puede alterarse e incluso cambiar de dirección cuando las relaciones de poder son transformadas, en éste punto podemos recordar la dialéctica del amo y del esclavo en Hegel.
Respecto específicamente a los medios de estigmatización debemos almenos mencionar que el autor destaca que el repertorio semántico de estigmatización involucran una serie de expresiones las que sólo tienen sentido dentro de los márgenes de la relación dialéctica.
En un ejercicio que nos recuerda la idea del eterno retorno el autor vuelve sobre el problema y lo re-conceptualiza en función de un interés de conocer las características estructurales de los que sucedía en Winston Parva (Ibid:90-91) y cuales son los recursos que ambos grupos utilizan para tratar con desprecio a sus objetos de alteridad.
Y pensando precisamente en esos recursos, la cohesión como uno de los elementos centrales en ese sentido nos remiten a consideraciones sociológicas como el grado de integración (en sentido durkhemiano de solidaridad social) entre ambos grupos ayudando a explicar la posibilidad poner en ejercicio mecanismos de control social.
Muy relacionado a la idea de integración y cohesión social el autor destaca la idea el precio de la pertenencia social, la que implica el sometimiento a las normas internas de cohesión por lo que el orgullo de pertenecer al grupo privilegiado supone sacrificios, lo que nos conecta a una mirada durkhemiana por lo que “la gratificación que se percibe participando del carisma de grupo es una retribución por el sacrificio personal” (Ibid:94) derivado del sometimiento del sujeto al grupo de pertenencia.
Recogiendo una idea recogida en los primeros párrafos de ésta reseña relativas al contacto social entre ambos grupos podemos señalar que éste contacto pondría en riesgo el carisma social de los integrantes del grupo establecido, recordando comportamientos estamentarios.
Ciudad de Mis Sueños, Córdoba, Argentina. Foto: La Voz.com.ar
La restricción del contacto fundamentada en la construcción de estigmatización daban como resultado una imagen claramente anómica de los grupos marginados, imagen que involucraba las atribuciones de anarquía e indisciplina.
En un momento del texto el autor introduce una reflexión que examina la idea del efecto paralizante del estigma en los estigmatizados abriendo el espacio para atender a las posibles reacciones de agresividad en los marginados, en ese sentido se menciona el caso de la conducta de los niños proscritos y su propensión a la agresividad (Ibid:102) en la que se plantea que finalmente los niños terminarían por actuar según el estereotipo (coincidiendo con la teoría de la rotulación).
Una idea que nos resulta interesante es la planeada por el autor a propósito de su hipótesis en relación a que las tensiones serían eventualmente “mudas” cuando las desigualdades entre ambos grupos son más acentuadas y por el contrario se visibilizarían en la medida de que las desigualdades de poder tienen un tránsito inverso a veces adoptando el carácter de conflictos permanentes.
Volviendo ahora sobre una idea originada en la experiencia concreta Elias nos comenta que los primeros newcomers buscaron el contacto con los establecidos pero fueron rechazados, dicho rechazo habría “comunicado” tácitamente la diferencia que había sido construida por los residentes antiguos en función de su capital de experiencia común, lo que nos reconecta a la importancia del factor temporal, que nosotros llamamos histórico, en ese sentido las familias antiguas contaban con una data de dos o tres generaciones viviendo en el asentamiento explicando de ésta forma la mayor cohesión de los establecidos.
Sin embargo es necesario hacer mención del conflicto interno dentro del grupo establecido puesto también existía una jerarquización interna en base a elementos implícitos de carácter simbólico. El conflicto en éste nivel nos puede ayudar a comprender los posicionamientos resultantes en relación a su alteridad colectiva.
Hay también una reflexión critica por parte del autor respecto de la problemática siempre polémica entre el individuo y el grupo, entre lo psicológico y lo social, en relación a dicho problema Elias afirma que existe una reciprocidad entre el autocontrol individual y la opinión grupal (Ibid:123) lo que podemos relacionar nuevamente al tema de la cohesión social como factor gravitante.
En relación a las exploraciones complejas entre los individual y lo colectivo Elias realiza una crítica a algunos planteamientos de Freud en función de la acentuada y progresiva centralidad del “yo” en su enfoque relacional que habría de dejar al individuo en un grado tal de autonomía en el que se pierde la conexión con lo grupal ((Ibid:124).
Palabras Finales
Ya cerrando el recorrido por algunas de las ideas del texto creemos pertinente destacar el enfoque teórico metodológico y las discusiones que el mismo autor menciona a propósito de aquello, como son las posibilidades del estudio de una pequeña comunidad daba la posibilidad de profundización y la construcción de un modelo explicativo a pequeña escala que puede ser probado y llevado a examinaciones a mayor escala, es decir lo hace posible ser utilizado como un “paradigma empírico” lo que hace explicable los diálogos que se hacen en el texto en relación a casos como los de Japón y en algún momento también en india en relación a configuraciones relacionales que podrían ser interpretadas mediante este paradigma empírico.
Un ensayo muy efectivo en su constante recurrencia y reiteración, en la que se transmiten muy bien las síntesis del estudio de Elias y Scotson, muy iluminador en el estudio de algunos fenómenos urbanos algo abandonados de la investigación empírica sobre todo acá en mi país Chile y sobre todo en mi región por lo que el estudio de este texto resulta de gran potencialidad teórica.
No obstante cabe hacer algunos comentarios críticos al texto aun valorando su tremendo aporte. Primeramente podemos hacer un cuestionamiento a la ausencia de vinculaciones importantes entre la comunidad (ambos grupos) y el resto de la ciudad, lo que puede plantearse también en términos etnográficos, al respecto y como mucho hemos discutido en las academias contemporáneas la idea de la comunidad insularizada no resulta apropiada para el estudio de fenómenos socio-urbanos.
Segundo la relación dialéctica entre ambos grupos termina por eliminar del cuadro a otros actores involucrados dando cierta idea de dualismo homogéneo. Nos parece que los trabajos de Anibal Quijano sobre marginalización urbana3 de principios de la década de los 70´s, supera la visión dualista y puede considerarse a nuestro criterio un aporte complementario a esta lectura.
Más allá de las críticas mencionadas, y como anticipábamos en párrafos anteriores se trata de un trabajo clave para el estudio de la antropología y la sociología urbana contemporánea, se trata además de un autor poco leído en Chile, esperamos esta reseña crítica pueda ser un aporte de difusión teórica.

Referencias
1Elias, Norbert. 1998. “La Civilización de los Padres y otros Ensayos”, Santa Fe de Bogota: Norma.
2Hegel, G.W.F. 1996[1807]. “Fenomenología del Espíritu”, México: Fondo de Cultura Económica.
3Quijano, Anibal. “Redefinición de la Dependencia y la Marginalidad en Américalatina”, Lima: Siglo XXI; La Población Marginada como Nuevos Estrato de la Sociedad”; “Dependencia y Marginalidad. La Definición de un Polo Marginal” e: Wefforf, F y Quijano, A . 1973. “Populismo, Marginalización y Dependencia: Ensayos de Interpretación Sociológica”, Costa Rica: Uniersidad Centroamericana.