Este mes entre otras noticias
hemos sabido del complicado estado de salud de Nelson Mandela, uno de los más
respetados líderes mundiales y con seguridad uno de los grandes personajes públicos
del siglo XX. El siguiente escrito representa
el respeto que Nelson Mandela nos inspira en esta tribuna de lo innecesariamente
cotidiano. Interpretamos los hechos de 1995 en un marco teórico antropológico.
Queremos anticiparnos a los
múltiples artículos que se van a escribir sobre Mandela a manera de epitafios
de buena crianza, con seguridad se escribirá desde la canonización
simplificada, casi con seguridad Bono le dedicará una canción al hombre que ya ha sido
interpretado en la pantalla grande por Morgan Freeman. Que no se me mal
interprete, no es que no creo que Mandela no se merezca la mitificación que con
seguridad tendrá, todo lo contrario no obstante me
interesa escribir una reflexión por una parte antes de que Mandela se vaya de
este mundo y por otra hacerlo desde una perspectiva analítica, recurriendo tanto a la sociología política como a la antropología
simbólica.
Nelson Mandela, el político que
logró canalizar las fuerzas sociales de Sudáfrica hacia el fin del régimen de
apartheid, luego de décadas de violenta segregación racializada, la que había sido legalizada de forma normativa desde
1948.
Régimen que se impuso desde la hegemonía del poder blanco, principalmenye de herencia holandesa (afrikaners) e inglesa, implicando una radical división segregativa de la sociedad entre blancos y no blancos (negros de diversa etnia, musulmanes e indios principalmente).
Régimen que se impuso desde la hegemonía del poder blanco, principalmenye de herencia holandesa (afrikaners) e inglesa, implicando una radical división segregativa de la sociedad entre blancos y no blancos (negros de diversa etnia, musulmanes e indios principalmente).
La liberación de Mandela, que
había pasado 27 años en prisión dio paso a un periodo de transformaciones
políticas en los que el régimen de apartheid entraría en crisis, derivando en
la elección de Mandela como presidente en la primera elección universal democrática de la
república.
Pero como mencionábamos los años
90´s, fue un periodo de transformaciones complejas en Sudáfrica, las que
hábilmente fueron canalizadas por el liderazgo de Mandela, sin embargo este comprendió que la mera elección (aunque legal y mayoritaria) no garantizaba el
triunfo en el plano subjetivo de lo social, es por eso que el mundial de Rugby
de 1995 tendría gran relevancia política y que pasamos a continuación a revisar
desde lo sociológico y lo antropológico simbólico.
Existe una película de este
capítulo de la historia reciente de Sudáfrica, en esa “versión
cinematográfica”, Nelson Mandela es interpretado por Morgan Freeman. Es
básicamente sobre ese episodio pero desde fuera de la pantalla lo que concentra
nuestro interés.
Nelson mandela había ganado la
elección en 1994, en su gabinete incluyó a personeros de distintos sectores
sociales, políticos y étnicos (incluyendo a antiguos adversarios), pese a lo
anterior y a haber derrivado algunas de
las barreras normativas y legales del antiguo régimen, las divisiones
comprendería Mandela no se podían
desactivar exclusivamente desde lo normativo, muchas de las divisiones y odios
habían sido alimentados por décadas de violencia y prejuicio, reforzadas y
reproducidas por la cultura y la socialización cultural, era necesario intentar
sacudir dichas diferencias desde la profundidad de lo simbólico, era necesario
un ritual de renacimiento, un acto de curanderismo a escala nacional.
El deporte el campo elegido por
Mandela para ritualizar en lo simbólico y lo social el proceso de
transformación que en lo formal se había producido en la urnas en 1994. Si el deporte era el campo, el instrumento sería
el rugby.
Pero el rugby ha sido un deporte
“nacional” para los blancos, por tanto visto desde fuera y con entendible rabia
por la gran mayoría no blanca sudafricana, subalternizada de las formas más
brutales durante décadas por lo que la elección del rugby por parte de Mandela
fue cuando menos, controversial y problemática. ¿por que elegir e deporte de
los blancos para ritualizar la emergencia de una nueva sudáfrica? La idea de
Mandela apuntaba precisamente a estresar esa significación, alterando esa
significación desde lo emocional sacudiría las estructuras de alteridad sobre
las que dichos discursos descansaban. Una hipótesis arriesgada, un desafío
difícil lo que hace aun más alta la apuesta y más audaz su actuar político.
Con la habilidad de un maestro de
la política moderna, una modernidad accidentada y subalterna a la vez que con
la sabiduría de un curandero, Mandela actuó como un chamán político preparando un ritual social,
un drama colectivo que terminará por convertirse el verdadero hito del fin de
una época por sobre o más bien reforzando los hitos formales (por ejemplo su
liberación, el fin del apartheid o las primeras elecciones).
Por lo pronto la dificultad
social y cultural de tener a una sociedad aun dividida aun importantemente por
lo racial, y por sobre todo en lo social, a la vez que intentar un ritual con
una herramienta peligrosa, el rugby, una práctica asociada a la facción racial
dominante hacía profundamente impopular su intento en la población no blanca.
El Rugby, no sin razón era vista
como una práctica que materializaba la exclusión social, era una práctica de
las castas blancas, el rubgy condensaba las subordinaciones de la estructura,
fundadas en las categorías de raza y clase social, por lo que una primera
situación importante en lo simbólico fue la incorporación de Chester Williams,
el primer negro en ingresar a los “Springboks” (el equipo sudafricano), el
ingreso de un negro a un equipo y una actividad de blancos tensionaba tanto a
blancos como negros, cuestionando ideas mutuas de pureza y prejuicio.
Por otra parte se había discutido
la idea de cambiar el nombre y los emblemas del equipo, el color verde y el
nombre de “springboks” eran un emblema patrimonializados por la clase racial
blanca, parecía obvio la necesidad de cambiar el nombre como derrotero para una
nueva etapa.
Mandela vuelve a contrariar los
sentidos comunes de todos cuando plantea la necesidad de mantener tanto los
emblemas como el nombre, lo que logró sorprender a unos y a otros, a blancos
como un gesto importante que no esperaban mientras que para no blancos, parecía
una concesión excesiva hacia antiguos adversarios, sin duda una maniobra
inesperada, impopular y políticamente incorrecta.
La intención de Mandela fue la
resignificción social y colectiva del rugby, con lo que este sería el medio por
el que pretendería unir a la nación sudafricana lo que resultaba difícil
entendiendo no solo su pasado de segregación y violencia sino que también a su
enorme diversidad interna.
La apuesta de Mandela era
demasiada arriesgada, y el riesgo es uno de los componentes centrales del
ritual cuasi chamánico que sería su apoyo y patrocinio para que Sudáfrica fuese
sede del mundial de rugby en 1995.
Ese fue otro gesto sorpresivo
para las castas blancas, el mundial de rugby había sido largamente un anhelo
por dominantes, algo imposible de conseguir debido a la mala imagen
internacional de Sudáfrica debido a su
política de apartheid. Mandela consigue y apoya el mundial, sorprendiendo con
aquellos a blancos e incomodando a negros, no obstante esa doble tensión, esa
incomodidad forma parte del proceso de crisis que los rituales de curación
implican.
Todo ritual de curación implican
una crisis, muchas veces una muerte simbólica y un renacimiento otras veces una
situación de crisis e incomodidad que llevan a quienes se someten a la
curación. En contraparte el chamán[1]
(según algunos análisis) revive su propia crisis, su sufrimiento inicial en su
iniciación chamánica, al respecto hay que considerar que Mandela sufrió en su
propia carne la segregación social, racial, la perdida de la libertad por lo
que la crisis social que el ritual dramatizaría actualizaba también su propia
crisis y su propia historia.
El mantener los emblemas
asociados a los blancos, el apoyar el mundial el introducir a un jugador negro
formaban parte de tensionamientos necesarios para realizar una ritual de
renacimiento nacional, en el que el viejo paradigma se tensionaría en la
subjetividad de las masas, resignificando el rugby. Aquellas tensiones
marcarían un punto de ruptura en el
drama social (Victor Turner 1974[2]).
El mundial implicaba una prueba
un desafío, casi como las series de pruebas heroicas griegas en las que el
equipo sudafricano se sometía a dicha serie de pruebas en las que buscaba
unificar a las masas, creando y fortaleciendo una solidaridad social que no
existía, no existía aun en un nivel de subjetividad social no se había logrado
alcanzar con la elección que terminó con el apartheid. Es decir que el punto de
partida era el de una fragmentación conflictuada solo validad desde lo legal
(la elección), aun buena parte de la población sudafricana no se consideraba
así mismo parte de una misma comunidad, esto funciona como una brecha en tanto etapa ritual.
Mandela era consciente de lo
difícil y arriesgado de su apuesta de alguna manera busca crear una relación
entre la población y el equipo de rugby, estos últimos se constituirían en
tanto equipo en un héroe colectivo que se someten a una serie de pruebas
heroicas en cada partido, como un viaje heroico pero colectivo y que metaforiza
un nuevo cuerpo social puesto a prueba.
El objetivo del ritual apuntaba a
la transición desde una fragmentación social con silenciosas hostilidades
mutuas a un sentimiento de comunitas existencial o pasajero y posteriormente a
una comunitas normativa en términos de Victor Turner (1969)[3],
del ritual debía emerger una conciencia colectiva (Durkheim)[4].
Empoderados simbólicamente por
Mandela, el líder y chamán de la nueva tribu el equipo en cada partido se juega
el nacimiento y gestación de una solidaridad futura, cada partido arriesga la
unidad nacional.
El quipo debía más que nadie
tomar conciencia del riesgo de la apuesta, siendo mayoritariamente un equipo
blanco Mandela los envía a conocer la celda en que el régimen del apartheid lo
mantuvo prisionero durante 27 años, el ritual de preparación revivía el dolor
del chamán, los hacía participes en carne viva de la crisis del líder que
expresaba la crisis de una nación que emerge de una crisis.
Los Springboks se jugarían mucho
más que los puntos deportivos en cada partido, Mandela supo metaforizar una
situación altamente simbólica y movilizar en distintos niveles tensionados a la
población. Las actuaciones del equipo, ahora investidos de representatividad
simbólica por parte del líder chamán son el ritual público de la acción reparatoria del ritual, que en
este caso más que reparatoria puede ser generativa o fundacional.
El 24 de junio de 1995, el equipo
de sudafricano luego de haber pasado cada prueba, se enfrenta en la final al
poderoso equipo de Nueva Zelanda.
Al comenzar el partido los
neozelandeses, fieles a sus tradiciones samoanas realizan el ritual de guerra
samoano para intimidar a sus adversarios, aumentando y explicitando el carácter
ritual y altamente simbólico de ese partido.
Los jugadores del equipo
sudafricano dirían posteriormente que en ese partido vivieron los minutos más
largos de sus vidas. En las casas las personas veían el partido por televisión,
en las galerías la gente gritaba el nombre de Mandela y en la cancha el equipo
se jugaba la fundación simbólica de la era post apartheid.
Los sudafricanos ganarían 15-12,
Mandela el Chamán, líder y padre de la nueva Sudáfrica le entrega la copa del
mundo al capitán de los Sprinboks, el público emocionado ve nacer al menos en
lo simbólico a la nación del post apartheid.
[1] Levi-Strauss, Claude. 1977. “la Eficacia
Simbólica” en : Antropología Estructural. Bueno Aies: EUDEBA, pp 168-185
[2] Turner,
Victor. 1974. “Dramas, Fields and Methaphors”. Nueva York. Ithaka.
[3] Turner,
Victor. 1969. “The Ritual Process”. Nueva York: Ithaka.
[4] Durkheim, Emile. 1912. “Las Formas
Elementales de la vida Religiosa”. Barcelona: Akal