viernes, 28 de junio de 2013

Mandela, Chamán Político: El Mundial de Rugby como Ritual de Renacimiento Post Apartheid en Sudáfrica


Este mes entre otras noticias hemos sabido del complicado estado de salud de Nelson Mandela, uno de los más respetados líderes mundiales y con seguridad uno de los grandes personajes públicos del siglo XX.  El siguiente escrito representa el respeto que Nelson Mandela nos inspira en esta tribuna de lo innecesariamente cotidiano. Interpretamos los hechos de 1995 en un marco teórico antropológico.

Queremos anticiparnos a los múltiples artículos que se van a escribir sobre Mandela a manera de epitafios de buena crianza, con seguridad se escribirá desde la canonización simplificada, casi con seguridad Bono le dedicará una canción al hombre que ya ha sido interpretado en la pantalla grande por Morgan Freeman. Que no se me mal interprete, no es que no creo que Mandela no se merezca la mitificación que con seguridad tendrá, todo lo contrario no obstante me interesa escribir una reflexión por una parte antes de que Mandela se vaya de este mundo y por otra hacerlo desde una perspectiva analítica, recurriendo tanto a la sociología política como a la antropología simbólica.
Nelson Mandela, el político que logró canalizar las fuerzas sociales de Sudáfrica hacia el fin del régimen de apartheid, luego de décadas de violenta segregación racializada, la que había sido legalizada de forma normativa desde 1948. 
Régimen que se impuso desde la hegemonía del poder blanco, principalmenye de herencia holandesa (afrikaners) e inglesa, implicando una radical división segregativa de la sociedad entre blancos y no blancos (negros de diversa etnia, musulmanes e indios principalmente).
La liberación de Mandela, que había pasado 27 años en prisión dio paso a un periodo de transformaciones políticas en los que el régimen de apartheid entraría en crisis, derivando en la elección de Mandela como presidente en la primera elección universal democrática de la república.
Pero como mencionábamos los años 90´s, fue un periodo de transformaciones complejas en Sudáfrica, las que hábilmente fueron canalizadas por el liderazgo de Mandela, sin embargo este comprendió que la mera elección (aunque legal y mayoritaria) no garantizaba el triunfo en el plano subjetivo de lo social, es por eso que el mundial de Rugby de 1995 tendría gran relevancia política y que pasamos a continuación a revisar desde lo sociológico y lo antropológico simbólico.
Existe una película de este capítulo de la historia reciente de Sudáfrica, en esa “versión cinematográfica”, Nelson Mandela es interpretado por Morgan Freeman. Es básicamente sobre ese episodio pero desde fuera de la pantalla lo que concentra nuestro interés.

Nelson mandela había ganado la elección en 1994, en su gabinete incluyó a personeros de distintos sectores sociales, políticos y étnicos (incluyendo a antiguos adversarios), pese a lo anterior y a haber  derrivado algunas de las barreras normativas y legales del antiguo régimen, las divisiones comprendería  Mandela no se podían desactivar exclusivamente desde lo normativo, muchas de las divisiones y odios habían sido alimentados por décadas de violencia y prejuicio, reforzadas y reproducidas por la cultura y la socialización cultural, era necesario intentar sacudir dichas diferencias desde la profundidad de lo simbólico, era necesario un ritual de renacimiento, un acto de curanderismo a escala nacional.

El deporte el campo elegido por Mandela para ritualizar en lo simbólico y lo social el proceso de transformación que en lo formal se había producido en la urnas en 1994.  Si el deporte era el campo, el instrumento sería el rugby.
Pero el rugby ha sido un deporte “nacional” para los blancos, por tanto visto desde fuera y con entendible rabia por la gran mayoría no blanca sudafricana, subalternizada de las formas más brutales durante décadas por lo que la elección del rugby por parte de Mandela fue cuando menos, controversial y problemática. ¿por que elegir e deporte de los blancos para ritualizar la emergencia de una nueva sudáfrica? La idea de Mandela apuntaba precisamente a estresar esa significación, alterando esa significación desde lo emocional sacudiría las estructuras de alteridad sobre las que dichos discursos descansaban. Una hipótesis arriesgada, un desafío difícil lo que hace aun más alta la apuesta y más audaz su actuar político.
Con la habilidad de un maestro de la política moderna, una modernidad accidentada y subalterna a la vez que con la sabiduría de un curandero, Mandela actuó como un  chamán político preparando un ritual social, un drama colectivo que terminará por convertirse el verdadero hito del fin de una época por sobre o más bien reforzando los hitos formales (por ejemplo su liberación, el fin del apartheid o las primeras elecciones).
Por lo pronto la dificultad social y cultural de tener a una sociedad aun dividida aun importantemente por lo racial, y por sobre todo en lo social, a la vez que intentar un ritual con una herramienta peligrosa, el rugby, una práctica asociada a la facción racial dominante hacía profundamente impopular su intento en la población no blanca.
El Rugby, no sin razón era vista como una práctica que materializaba la exclusión social, era una práctica de las castas blancas, el rubgy condensaba las subordinaciones de la estructura, fundadas en las categorías de raza y clase social, por lo que una primera situación importante en lo simbólico fue la incorporación de Chester Williams, el primer negro en ingresar a los “Springboks” (el equipo sudafricano), el ingreso de un negro a un equipo y una actividad de blancos tensionaba tanto a blancos como negros, cuestionando ideas mutuas de pureza y prejuicio.
Por otra parte se había discutido la idea de cambiar el nombre y los emblemas del equipo, el color verde y el nombre de “springboks” eran un emblema patrimonializados por la clase racial blanca, parecía obvio la necesidad de cambiar el nombre como derrotero para una nueva etapa.
Mandela vuelve a contrariar los sentidos comunes de todos cuando plantea la necesidad de mantener tanto los emblemas como el nombre, lo que logró sorprender a unos y a otros, a blancos como un gesto importante que no esperaban mientras que para no blancos, parecía una concesión excesiva hacia antiguos adversarios, sin duda una maniobra inesperada, impopular y políticamente incorrecta.
La intención de Mandela fue la resignificción social y colectiva del rugby, con lo que este sería el medio por el que pretendería unir a la nación sudafricana lo que resultaba difícil entendiendo no solo su pasado de segregación y violencia sino que también a su enorme diversidad interna.
La apuesta de Mandela era demasiada arriesgada, y el riesgo es uno de los componentes centrales del ritual cuasi chamánico que sería su apoyo y patrocinio para que Sudáfrica fuese sede del mundial de rugby en 1995.
Ese fue otro gesto sorpresivo para las castas blancas, el mundial de rugby había sido largamente un anhelo por dominantes, algo imposible de conseguir debido a la mala imagen internacional de Sudáfrica debido a  su política de apartheid. Mandela consigue y apoya el mundial, sorprendiendo con aquellos a blancos e incomodando a negros, no obstante esa doble tensión, esa incomodidad forma parte del proceso de crisis que los rituales de curación implican.
Todo ritual de curación implican una crisis, muchas veces una muerte simbólica y un renacimiento otras veces una situación de crisis e incomodidad que llevan a quienes se someten a la curación. En contraparte el chamán[1] (según algunos análisis) revive su propia crisis, su sufrimiento inicial en su iniciación chamánica, al respecto hay que considerar que Mandela sufrió en su propia carne la segregación social, racial, la perdida de la libertad por lo que la crisis social que el ritual dramatizaría actualizaba también su propia crisis y su propia historia.
El mantener los emblemas asociados a los blancos, el apoyar el mundial el introducir a un jugador negro formaban parte de tensionamientos necesarios para realizar una ritual de renacimiento nacional, en el que el viejo paradigma se tensionaría en la subjetividad de las masas, resignificando el rugby. Aquellas tensiones marcarían un punto de ruptura en el drama social (Victor Turner 1974[2]).
El mundial implicaba una prueba un desafío, casi como las series de pruebas heroicas griegas en las que el equipo sudafricano se sometía a dicha serie de pruebas en las que buscaba unificar a las masas, creando y fortaleciendo una solidaridad social que no existía, no existía aun en un nivel de subjetividad social no se había logrado alcanzar con la elección que terminó con el apartheid. Es decir que el punto de partida era el de una fragmentación conflictuada solo validad desde lo legal (la elección), aun buena parte de la población sudafricana no se consideraba así mismo parte de una misma comunidad, esto funciona como una brecha en tanto etapa ritual.
Mandela era consciente de lo difícil y arriesgado de su apuesta de alguna manera busca crear una relación entre la población y el equipo de rugby, estos últimos se constituirían en tanto equipo en un héroe colectivo que se someten a una serie de pruebas heroicas en cada partido, como un viaje heroico pero colectivo y que metaforiza un nuevo cuerpo social puesto a prueba.
El objetivo del ritual apuntaba a la transición desde una fragmentación social con silenciosas hostilidades mutuas a un sentimiento de comunitas existencial o pasajero y posteriormente a una comunitas normativa en términos de Victor Turner (1969)[3], del ritual debía emerger una conciencia colectiva (Durkheim)[4].
Empoderados simbólicamente por Mandela, el líder y chamán de la nueva tribu el equipo en cada partido se juega el nacimiento y gestación de una solidaridad futura, cada partido arriesga la unidad nacional.
El quipo debía más que nadie tomar conciencia del riesgo de la apuesta, siendo mayoritariamente un equipo blanco Mandela los envía a conocer la celda en que el régimen del apartheid lo mantuvo prisionero durante 27 años, el ritual de preparación revivía el dolor del chamán, los hacía participes en carne viva de la crisis del líder que expresaba la crisis de una nación que emerge de una crisis.
Los Springboks se jugarían mucho más que los puntos deportivos en cada partido, Mandela supo metaforizar una situación altamente simbólica y movilizar en distintos niveles tensionados a la población. Las actuaciones del equipo, ahora investidos de representatividad simbólica por parte del líder chamán son el ritual público de la acción reparatoria del ritual, que en este caso más que reparatoria puede ser generativa o fundacional.
El 24 de junio de 1995, el equipo de sudafricano luego de haber pasado cada prueba, se enfrenta en la final al poderoso equipo de Nueva Zelanda.
Al comenzar el partido los neozelandeses, fieles a sus tradiciones samoanas realizan el ritual de guerra samoano para intimidar a sus adversarios, aumentando y explicitando el carácter ritual y altamente simbólico de ese partido.
Los jugadores del equipo sudafricano dirían posteriormente que en ese partido vivieron los minutos más largos de sus vidas. En las casas las personas veían el partido por televisión, en las galerías la gente gritaba el nombre de Mandela y en la cancha el equipo se jugaba la fundación simbólica de la era post apartheid. 
Los sudafricanos ganarían 15-12, Mandela el Chamán, líder y padre de la nueva Sudáfrica le entrega la copa del mundo al capitán de los Sprinboks, el público emocionado ve nacer al menos en lo simbólico a la nación del post apartheid.






[1]     Levi-Strauss, Claude. 1977. “la Eficacia Simbólica” en : Antropología Estructural. Bueno Aies: EUDEBA, pp 168-185
[2]     Turner, Victor. 1974. “Dramas, Fields and Methaphors”. Nueva York. Ithaka.
[3]     Turner, Victor. 1969. “The Ritual Process”. Nueva York: Ithaka.
[4]     Durkheim, Emile. 1912. “Las Formas Elementales de la vida Religiosa”. Barcelona: Akal