miércoles, 10 de julio de 2013

“La Chilena” y los Negros mexicanos


Estudiando algunas de las implicancias raciales sobre las construcciones mitológicas de la nación en Latinoamérica, es que me encontré con un caso especialmente interesante, interesante por diversas razones, por una parte porque mostraba las vicisitudes de la identidad de una amplia población afrodescendiente en el sur de México, que por su color de piel quedan excluidos dela ideología dominante de la identidad mestiza mexicana; por otra parte porque una de las expresiones culturales “tradicionales” de esta población afromexicana es un género musical denominado “La Chilena”.
El primer aspecto es interesante para mi desde lo disciplinario, donde la historia, la antropología y la sociología marcan la amplitud, la profundidad y los acentos en el análisis y la lectura del fenómeno, pero sobre eso no me quiero extender más que lo necesario como para contextualizar el interés en el segundo aspecto, en “La Chilena” como género de expresión cultural, musical e identitario para los habitantes negros de Costa Chica.
Porqué me llamó esto la atención? …. en buena parte porque soy chileno y al leer la referencia a la chilena pensé que podía ser nada más que  un alcance de nombre, después de todo pensé, en México chile es un significante muy presente, pero claro que con un significado muy distinto, quien no escuchó alguna vez que se use la palabra chile para referir al ají?. La Chilena entonces no era en este caso ni el ají, ni la conocida y acrobática jugada de remate en el futbol, entonces ¿Qué es la chilena? Y cuál es su relación al lugar de la población negra de México?
Pero al investigar un poco más y sobre todo al escuchar algunas canciones de “Chilena” va quedando claro de que no se trata de un alcance de nombres, la música tiene bastantes reminiscencias de tonadas y de cueca. Por otra parte el baile muestra claramente similaridades a las formas de zamacueca peruana y chilena. Entonces al hacerse factible la influencia chilena (en los aspectos de expresión cultural) sobre la cultura de una región predominantemente negra en México se hace especialmente interesante pensar la complejidad de la transculturalidad en las américas.

Los Afromexicanos: mexicanos en los márgenes de la Hegemonía Identitaria

En particular si pensamos el contexto histórico y social de dicha población, la que tiene una particularidad racial que la deja fuera de la mexicanidad tradicional, su color los deja fuera del mito clásico del México moderno lo que significa una constante tensión entre esta población y el discurso oficial que incorpora y visibiliza a indios y mestizos mientras invisibiliza y niega a los negros. Ideología que ha sido por cierto apoyada desde el estado y también desde la intelectualidad, es así como el discurso de mestizaje como ethos de lo nacional puede verse bien representado en la producción académica, en esa línea el “México Profundo” de Guillermo Bonfil Batalla[1] nos muestra muy bien la mitología monumental de la identidad nacional mexicana.
La mitología nacional y su discursos de identidad ha creado una homogeneidad mestiza que deja fuera de lo posible el ser negro y mexicano, casi como una condición mutuamente excluyente. Lo anterior puede verse reflejado además en los discursos de indios y mestizos en la región de Costa Chica, particularmente en la localidad de San Nicolás, donde según nos muestra la investigadora Laura Lewis[2] que estos se referían a los negros como “flojos” y sus discursos retratan a los afros como gente que no se preocupan por los estudios o de que sus tierras no son productivas, que “solo les gusta la música y comer”, incluso más, los retratan como “mala gente” (Lewis 2000:905).
Del párrafo anterior podemos ya darnos cuenta de que les gusta la música, eso lo dejaremos anotado para después mientras profundizamos en la condición de afueridad que tienen los afromexicanos dentro del discurso de nacionalidad.
Una de las cuestiones más decidoras respecto del lugar de los afromexicanos en el imaginario mexicano de la región es que indios y mestizos se refieren a ellos como “gente sin país” (Idem), lo anterior nos muestra que indios y mestizos consideran a los afromexicanos como extranjeros, lo que resulta problemático en la medida de  que en la región, la población afro es pre existente a los mestizos, es decir no son ellos los foráneos pero el discursos de nacionalidad y sus estereotipos los ponen en los márgenes.

Giros Multiculturales de la Academia y el activismo afro

Como habíamos anticipado, la academia moderna mexicana no solo ha hecho eco de la construcción de nacionalidad sino que también la ha construido, no obstante los cambios en el mundo también se traducen en cambios en los paradigmas académicos con lo que las últimas décadas han visto la expansión de los proyectos intelectuales clásicos al calor del multiculturalismo.
El multiculturalismo es el paradigma académico y político según el cual la diferencia es destacada, constituye un cuestionamiento a los paradigmas homogenizadores que acompañaban a la modernidad más dura y al estado de bienestar más clásico del siglo XX. Su emergencia se potencia a partir de los años 80´s y ha sido por no pocos asociado al neoliberalismo.
Aunque un vínculo con el neoliberalismo es bastante claro, esta vínculo no es necesario ni causal y también puede ser vinculado en términos filosóficos a algunas perspectivas posmodernas. Lo concreto es que de él derivan y justifican una gran variedad de políticas de gestión de la identidad.
La academia en México no escaparía a la influencia multicultural por lo que podemos destacar el rol jugado por “La Tercera raíz”, proyecto intelectual llevado adelante desde la Oficina de Cultura Popular (Dirigida por Bonfil Batalla en los 80´s), desde donde se posicionaría la necesidad de visibilización de la población negra en México. De lo anterior se derivarían una creciente cantidad de estudios que investigarían a la nueva categoría de negro de ascendencia africana en México.
Lo anterior terminaría paradójicamente por obstaculizar a la pretensión de los mexicanos negros de ser reconocidos simplemente como mexicanos, ante esta aspiración los rótulos de “negro”, “afrodescendientes” o de “raíz africana” terminaban por separarlos de la identidad nacional mexicana. Ellos decían “somos mexicanos”, somos “morenos y no negros”. Morenos es la categoría que ellos usan para describirse a si mismos, es una categoría que los aproxima, que los introduce dentro de la mexicanidad que por razones raciales les es negada.

La Chilena?

Luego de la antesala contextual nos adentramos por fin en materia de la expresión cultural en si. Para esta población regional, “La Chilena” es parte de su folclore regional, parte de su construcción identitaria frente a la exclusión de la mitología nacional mestiza.
La Chilena, es música y danza, al escuchar sus acordes y al ver sus movimientos es imposible no tener ecos de géneros latinoamericanos. Con bastante nitidez se puede reconocer algo de sama cueca Peruana, cueca chilena e incluso, no obstante pueden apreciarse algunas influencias varias de la región andina sudamericana. 

Como chileno lo primero que se viene a mi mente es la cueca, algunas imágenes del baile remiten muy claramente al zapatéo de la cueca, las armonías y el ritmo, aunque algo más apurados que la cueca no es muy diferente en su textura musical, los flashbacks a la chilenidad no son ajenos al observador chileno que presencie el folclore de los negros del sur de México.
Como anticipábamos, hay influencias variadas en la chilena aunque claramente pueden identificarse con las músicas sudamericanas de parte de la región andina.
No obstante, el problema es de mayor complejidad genealógica en la medida de que la sama cueca y la cueca tienen influencias tanto hispanas como afroamericanas. Por otra parte en México se desarrollaron estilos en alguna medida similares en sus raices durante la colonia.
Pero sigue siendo un misterio de su denominación. Algunas teorías se apoyan en la hipotética influencia chilena de los marineros chilenos que desembarcan en 1821 para contribuir con la independencia de México, otros se muestran a favor de ayudar de buscar sus orígenes en migraciones posteriores. Sea como fuere, la chilena es ciertamente un fenómeno de transculturalidad interesante puesto al menos en las apariencias podría aparecerse como “música de chilenos, cantada y bailada por negros que se visten como mexicanos”.
No deja de ser también interesante que una forma musical ajena a la mitología y el estereotipo mexicano otorgue participación a un grupo desplazado cultural y socialmente de los imaginarios colectivos de la mexicanidad. No deja de ser llamativo que el género además haya sido bautizado como el gentilicio de otro país, Chile.








[1]     Bonfil Batalla, Guillermo. 1987. “Mexico Profundo”, méxico: Grijalbo
[2]     Lewis, Laura. 2000. “Blacks, black indians, Afroamexicans: the dynamics of race, nation and identity in a Mexican Moreno Community”, American Ethnologist 27(4):898-926

martes, 9 de julio de 2013

La Cofradía del Cassette y el Lazo Social en el Copiapó de los 90´s



La verdad es que las cosas cambian y en Copiapó una ciudad minera del norte de Chile, las cosas siempre tienden a tener transformaciones constantes, nuestras dinámicas han sido poco gentiles a la tradición, al contrario podemos decir con suspicacia que nuestras dinámicas han sido  muy espontáneamente proclives al cambio, o cuando menos a ciertos tipos de cambio.
En vista de lo anterior y ya asumidos en un interés en ese cambio constante, en las transformaciones de lo cotidiano es que pensé en compartir algunas reflexiones, las que si bien están escritas y pensadas desde provinciales memorias si se quiere juveniles, creo que trascienden con mucho su escenario como algunos amigos gentilmente me lo han hecho saber.
Más que con un lugar, creo tienen que ver con una generación, las reflexiones que siguen pueden ser entendidas entonces además como una aproximación al folclore de una generación, la de los 90`s en una ciudad algo perdida, entre cerros enclavada en el norte de un país del sur del mundo... pero podrían ser por cierto un reflejo de lo que también vivieron algunos de ustedes, visitantes de este espacio de lo innecesariamente complejo y cotidiano en otras ciudades, en otros países y rincones de nuestra muy querida región latinoamericana.
Me gustaría dejar constancia de que no pretendo plantear algo del tipo: “todo pasado fue mejor” ni nada de eso, sino reflexionar sobre algunas nuestras prácticas, nuestros objetos culturales, sobre los significados y las relaciones sociales movilizadas a través del uso de nuestros artefactos.
Vamos entonces, un poco atrás en el tiempo, a los 90´s en Copiapó una ciudad algo olvidada en el concierto nacional, de esas de las que se saltaban en el pronóstico del tiempo (el clima) en televisión, de aquellas de las que muchos no recordaban su nombre o bien confundían con otras ciudades.
Es en esa ciudad en la que viví mi tránsito niñez-juventud el marco espacial y generacional que me gustaría fijar.
Los medios masivos, las radios y la televisión principalmente emitían música de adultos o bien música romántica, para los jóvenes sólo algo del invento comercial del momento, salvo un par de honrosas excepciones de radios o programas que abriesen el espacio para la “inmensa minoría”1, no habían muchos refugios culturales para muchos chic@s en tránsito de la niñez y la adolescencia. En ese escenario es desde el que escribo.
Muy interesante resulta preguntarnos ahora sobre estas experiencias con la perspectiva del tiempo, despojados por cierto de la ilusión de tener ahora una perspectiva privilegiada para recordar, queremos partir del supuesto de que estas reflexiones no se fundan en recuerdos objetivos sino en reconstrucciones emocionales y tal vez sobre-teorizadas de la experiencia vivida y socialmente construida.
Entrando en materia, reflexionamos sobre las interrelaciones sociales, el lazo social de aquella sociología de raíz durkhemiana, sobre las formas de los vínculos sociales entre algunos  jóvenes/adolecentes de los años 90´s
En esa época el cassette era un elemento central en cierta comunidad de intereses, en un escenario muy distinto al actual, con muchos obstáculos en términos de conectividad, tecnología y el acceso al consumo cultural, donde costaba mucho más que ahora conseguir que escuchar, en un escenario en el que incluso a veces parecía imposible conseguir algo nuevo o distinto de lo que circulaba
La clave está en aproximaciones accidentadas a lo que podríamos llamar con algunos reparos como la “comunidad”, y es en esa dimensión donde un artefacto tecnológico como el casette jugó un papel clave en más de un aspecto, y que muchas veces ha sido velado en los análisis.
Antes de entrar a reflexionar sobre la experiencia generacional local podemos detenernos antes en algunas cualidades del casette y las formas en que nos relacionamos con dicho objeto.
Lo primero que podríamos resaltar como importante y en lo que siguiendo a Merton (1949) podemos identificar como su función manifiesta o siguiendo a Marx, su valor de uso, en relación a lo anterior dicha utilidad o funcionalidad apuntaba a que servía para escuchar música, fue un vehículo para la música,  es así como podemos explorar en una diversidad de formas de relacionarnos a el y por intermedio de éste a la música.. claro está, ya habían habido y de hecho aún hay artefactos que son vehículos fetiches de la música pero en el caso puntual del casette  nuestro interés está más en sus funciones latentes, vemos en aquella dimensión que este artefacto tenía tenía sus particularidades, y es a través de éstas particularidades que podemos ver acompañadas e incluso reflejadas en una serie de prácticas rituales a nivel colectivo.
Cuales eran éstas particularidades latentes del cassette?.... primero que al igual que el disco de vinilo nos llevaba a una relación especial con el tiempo, una relación más “vivida”, digerida subjetivamente puesto teníamos que “dejar correr la cinta” en un tiempo real para escucharlo. Lo anterior es bastante importante para lo que queremos llegar a reflexionar luego sin embargo me gustaría marcar el giro, la diferencia en éste punto entre el vinilo (que por cierto es un formato que me gusta mucho) y el cassette.
En este punto en realidad hablamos de varias diferencias a la vez… las que dicen relación con el hecho de que los cassettes eran reproducibles, es decir podía ser multicopiado en su mismo formato a diferencia del vinilo que quedaba  solo en su versión original… ésta posibilidad de copiado más accesible iba a tener importantes consecuencias a nivel de relaciones sociales puesto da la posibilidad de generar una red de circulación a partir de un único registro original. Lo reproducible también se relacionaba a la posibilidad de grabar el material de alguien más y también de dejar un registro de alguna canción de la radio o de hacer un compilado ad-hoc para cualquier situación, lo que marcaba además la posibilidad activa en quienes tenían cassettes, una forma de creatividad en los collages de títulos y sonidos.
Por otra parte, como otra diferencia clave el formato que protagoniza nuestra reflexión era portátil y muy práctico  lo que permitía cierta libertad de movimiento a diferencia de formatos anteriores, en ese punto  también colaboraron por cierto los aparatos reproductores como las radios chicas (a batería), los mini componentes y muy importantemente los walkman, también conocidos por acá como los “personal estereo”.. Como olvidar además el lápiz “Bic” infaltable e insuperable para adelantar o retroceder las cintas y ahorrar “pila” en el walkman. 
Ahí ya van dos características bien generales pero que creo que para el caso sirven para pensar toda una forma de vincularse solidariamente en los 90´s.
En aquella época pocos eran los espacios para quienes no nos gustaba lo que los medios ofrecían, y creo que no éramos pocos quienes nos encontrábamos insatisfechos no sólo con la oferta cultural de los medio sino que son la institucionalidad en general y el discurso del curso de la vida, el que nos auguraba una vida normal de endeudamiento y rutina.. mientras transitábamos el disciplinamiento de las escuelas y liceos.
En mi caso en particular una de mis aficiones era coleccionar cassettes, tenía unos cuantos pero más allá de tener tal o que cantidad, me acuerdo de que estaba muy pendiente de la posibilidad de conocer mediante el cassette nueva música, fue de esa forma de la que pude integrarme a grupos de amigos y conocidos en los que uno de los elementos de aceptación y cohesión  era el gusto por la música y sobre todo por la “otra música” haciendo una anti referencia a la hegemonía pop bailable y pro-sistema de la época.
Fue en éstos círculos de intercambio en los que una sociabilidad distinta se iba construyendo, de hecho para algunos de mi generación el cassette derivo la principal forma de socializar durante la etapa escolar y post escolar.. una comunidad, un grupo casi una forma de cofradía laica.. había cierta forma de vinculación durante los procesos de circulación de las novedades.
Estas novedades que por cierto tenían que ver necesariamente con los nuevos títulos, ya sean de discos o canciones, los  que iban entrando al circuito de la comunidad del cassette en aquella ciudad pérdida entre las paredes de un valle aún verde, aún húmedo que se hundía en agresivos pliegues de los cerros que nos cierran al desierto como lo era Copiapó.
De esa forma, considerando que las limitadas posibilidades formales de conseguir nueva música dentro de la ciudad, podemos referir casi como una parodia a los “viajes y descubrimientos”, los que renovarían constantemente la energía y la sopresa en la circulación al interior de la comunidad, de manera que cuando algún “viajero” tenía la aventurera oportunidad de atravesar el desierto hasta a otras ciudades, sobre todo a las grandes como Santiago, Valparaíso pero también a las del norte como La serena, Antofagasta o Iquique era casi una obligación, un deber dialéctico entre egoísta y altruista traer nueva música, ya haya sido esta original o grabada al circuito de circulación local.. de esa manera cuando uno viajaba y compraba o conseguía un nuevo casette, además de pensar en la propia colección y el prestigio que la novedad le daría, también pensaba en los amigos y el "círculo" con el que compartiría la nueva música.
En éste punto, el del compartir la música había una cuestión muy interesante y tenía relación  con cierto proceso del "desprendimiento", pensemos en cuando por ejemplo yo traía un nuevo casette y lo prestaba a un amigo, el hecho de prestarlo supone un acto de confianza, de confiarle a alguien un objeto preciado como lo eran los casettes en el círculo (o más exactamente los círculos), esto marcaba una forma de circulación desde la confianza en tanto existía algún riesgo de un objeto valorado, el que se diluía en la confianza.
Hace un tiempo le comentaba a un amigo que también había vivido lo que en estas líneas comentamos y le comentaba lo de la confianza, el me dijo “claro si de hecho, una vez me cobraste un cassette jajaja”, lo que podía ser interpretado como una falta de confianza, aquello había ocurrido cuando nos conocíamos y por tanto se entendía como algo anecdótico y me lo recordaba como reproche.
Recuerdo una vez en la que un compañero en la escuela que venía de otra ciudad, una mucha más grande le pedí prestado su casette  de soundgarden “Down on the Upside” que lo tenía original y me miro extraño.. finalmente accedió, pero una vez que yo ya lo tenía en mi poder me recordó que se lo “tenía que devolver” lo que me dio un poco de risa ya que era obvio que se lo devolvería, era parte de la dinámica del juego sin embargo esa muestra de desconfianza era esperable de alguien que venía recién llegando a ésta ciudad chica y que no pertenecía aún al círculo y que terminaría siendo un gran amigo hasta ahora.
Eso me hace reflexionar e interpretar en lo que el casette movilizaba, más allá de su condición de objeto, la confianza y la vinculación y lazo social entre jóvenes de una época, una forma especial, sui generis de solidaridad juvenil.
Por otra parte y pensando aún en la circulación, en el acto de prestar el cassette, otra cuestión que era muy característica-y retomando algo de lo planteado en los primeros párrafos- es la relación especial con el tiempo, puesto el tener que grabar un cassette entero suponía tener que escucharlo en tiempo real por ambos lados, con lo que sumamos una relación más densa con el tiempo, también en ciertamente con las relaciones cara a cara puesto eran la forma específica en como hacíamos circular la música entre nosotros . 
Recuerdo esas tardes luego de la escuela en las que llegaba a mi casa corriendo hasta la radio de doble casetera, preciado dispositivo capaz de reproducir el contenido del preciado cassette, muchas veces luego de haber grabado uno ya había aprendido la estructura del disco lo que ayudaba a entrar en una conversación con torpes pretensiones de erudición con otros amigos o amigas respecto a  los cassettes en los círculos que participaban del proceso, más allá de lo erudito o no, lo importante es que generaba un contenido compartido y que ayudaba también a generar una idea de grupo, un nosotros aunque difuso pero que si daba cierta idea de que eramos algo “distinto” a los poperos, los otros o cuando menos a quienes la música no le emocionaba….aunque ésta identidad era más bien algo tribal en el sentido de lo que años después deformarán la idea de las tribus urbanas.
Lo más entretenido de todo era que Copiapó no es una ciudad muy grande, aunque tampoco es tan chica por lo que los contenidos que circulaban, lo hacían tanto entre amigos y conocidos como también entre desconocidos, pero pensando que la dinámica de circulación era la de una forma de reciprocidad éstos desconocidos podían ser perfectamente los amigos de tus conocidos. Por lo que más allá de la cantidad de personas que practican el intercambio lo que importaba era la cualidad de la forma en la que intercambiábamos, con una relación densa con el tiempo cuando pasábamos horas grabando los cassettes (a veces más de dos) y con importantes vínculos cara a cara cuando hablábamos de ellos en la escuela o cuando éramos libres de ella en las fiestas de casas, en las peñas o simplemente en las calles mientras escondidos  compartíamos un vino a escondidas de los adultos y de la policía.
Una vez recuerdo haber comprado un casette poco común y haberlo llevado a Copiapó, una de las canciones era “In From de Storm” del disco ep the “Cry of Love” de Jimi Hendrix y que lo incluí enana cinta compilada que le presté a un amiga, recuerdo que meses más tarde hubo una fiesta o algo así en la casa de alguien y en un momento comienza a sonar “In From the Storm”, una canción muy poco común y le pregunté al dueño de casa por la canción, lo gracioso fue que el tenía una copia del compilado que yo había hecho y que había prestado a alguien algunos meses atrás, éste compilado había circulado por varias personas (que no conocí) hasta llegar al dueño de casa en esa fiesta, cosas como esas pasaban en ésta práctica social de intercambio que en cierta medida  hacen recordar la idea del “Don” de Marcel Mauss2  o incluso del “Kula” en Malinowski3, como para recurrir a dos nombres claves de la antropología (y sobre todo en temas de intercambio), que permitan conceptualizar situaciones y anécdotas como las mencionadas dentro de una dinámica de reciprocidad.
El cassette era más que sólo un artefacto musical era un artefacto que era acompañado de un rito social, de una aprendizaje de incorporar el tiempo y de relacionarte con lo otros en una época en la que los medios no nos entregaban lo que queríamos, y que mediante el formato de cassette logramos de manera espontánea y no planificada construir  por nosotros mismos un medio por el que enterarnos de los que pasaba musicalmente, también de descubrir esas joyas del pasado y por sobre todo de compartir en un contexto como el copiapino en el que era casi imposible salir de la coacción de la música de los adultos y de los idiotas autómatas consumidores de las modas comerciales de turno.
Pero más allá de lo musical que fue muy importante, la importancia fue la de haber compartido una dimensión muy relevante (la musical), en una etapa clave de la conformación de lo que somos como lo es la adolescencia dejando marcas y en algunos casos definiendo lo que seriamos como personas.
En lo musical desde el rock tanto nacional como de otros lugares (en sus más disimiles formas y des formas), fue la música con la que crecimos en el intercambio pasando por la música andina y el folclore, a la música clásica o el blues  y mucha música más llegó en un tránsito de reciprocidad y quedó para muchos marcado en nuestras vidas hasta hoy.
¿Qué hubiese sido de nosotros en éste rincón, de ese  valle accidentado y plagado de relieves que es Copiapó si no hubiésemos tenido el casette en los 90´s? al menos en lo personal, probablemente yo no estaría aquí ahora, finalizando éstas reflexiones y no sería quien soy.

1Eslogan de un programa de música de vanguardia, que invita a pensar en las masas invisibles.
2 Mauss, Marcel. 2009 [1925]. “Ensayo sobre el Don. Forma y Función del Intercambio en las Sociedades Primitivas”, Madrid: Katz Editores
3Malinowski, Bronislav. 1986. “Principales características del Kula”. En: “Los Argonautas del Pacífico Occidental”, Barcelona: Planeta Agostini