Estudiando algunas de las
implicancias raciales sobre las construcciones mitológicas de la nación en
Latinoamérica, es que me encontré con un caso especialmente interesante,
interesante por diversas razones, por una parte porque mostraba las vicisitudes
de la identidad de una amplia población afrodescendiente en el sur de México,
que por su color de piel quedan excluidos dela ideología dominante de la
identidad mestiza mexicana; por otra parte porque una de las expresiones culturales
“tradicionales” de esta población afromexicana es un género musical denominado
“La Chilena”.
El primer aspecto es
interesante para mi desde lo disciplinario, donde la historia, la antropología
y la sociología marcan la amplitud, la profundidad y los acentos en el análisis
y la lectura del fenómeno, pero sobre eso no me quiero extender más que lo
necesario como para contextualizar el interés en el segundo aspecto, en “La
Chilena” como género de expresión cultural, musical e identitario para los
habitantes negros de Costa Chica.
Porqué me llamó esto la
atención? …. en buena parte porque soy chileno y al leer la referencia a la chilena pensé que
podía ser nada más que un alcance de
nombre, después de todo pensé, en México chile es un significante muy presente,
pero claro que con un significado muy distinto, quien no escuchó alguna vez que
se use la palabra chile para referir al ají?. La Chilena entonces no era en
este caso ni el ají, ni la conocida y acrobática jugada de remate en el futbol,
entonces ¿Qué es la chilena? Y cuál es su relación al lugar de la población
negra de México?
Pero al investigar un
poco más y sobre todo al escuchar algunas canciones de “Chilena” va quedando
claro de que no se trata de un alcance de nombres, la música tiene bastantes
reminiscencias de tonadas y de cueca. Por otra parte el baile muestra
claramente similaridades a las formas de zamacueca peruana y chilena. Entonces
al hacerse factible la influencia chilena (en los aspectos de expresión
cultural) sobre la cultura de una región predominantemente negra en México se
hace especialmente interesante pensar la complejidad de la transculturalidad en
las américas.
Los Afromexicanos: mexicanos en los márgenes de la Hegemonía
Identitaria
En particular si
pensamos el contexto histórico y social de dicha población, la que tiene una
particularidad racial que la deja fuera de la mexicanidad tradicional, su color
los deja fuera del mito clásico del México moderno lo que significa una
constante tensión entre esta población y el discurso oficial que incorpora y
visibiliza a indios y mestizos mientras invisibiliza y niega a los negros.
Ideología que ha sido por cierto apoyada desde el estado y también desde la
intelectualidad, es así como el discurso de mestizaje como ethos de lo nacional
puede verse bien representado en la producción académica, en esa línea el
“México Profundo” de Guillermo Bonfil Batalla[1] nos muestra muy bien la
mitología monumental de la identidad nacional mexicana.
La mitología nacional y
su discursos de identidad ha creado una homogeneidad mestiza que deja fuera de
lo posible el ser negro y mexicano, casi como una condición mutuamente
excluyente. Lo anterior puede verse reflejado además en los discursos de indios
y mestizos en la región de Costa Chica, particularmente en la localidad de San
Nicolás, donde según nos muestra la investigadora Laura Lewis[2] que estos se referían a
los negros como “flojos” y sus discursos retratan a los afros como gente que no
se preocupan por los estudios o de que sus tierras no son productivas, que “solo les gusta la música y comer”,
incluso más, los retratan como “mala
gente” (Lewis 2000:905).
Del párrafo anterior
podemos ya darnos cuenta de que les gusta la música, eso lo dejaremos anotado
para después mientras profundizamos en la condición de afueridad que tienen los
afromexicanos dentro del discurso de nacionalidad.
Una de las cuestiones
más decidoras respecto del lugar de los afromexicanos en el imaginario mexicano
de la región es que indios y mestizos se refieren a ellos como “gente sin país”
(Idem), lo anterior nos muestra que indios y mestizos consideran a los
afromexicanos como extranjeros, lo que resulta problemático en la medida
de que en la región, la población afro
es pre existente a los mestizos, es decir no son ellos los foráneos pero el
discursos de nacionalidad y sus estereotipos los ponen en los márgenes.
Giros Multiculturales de la Academia y el activismo afro
Como habíamos
anticipado, la academia moderna mexicana no solo ha hecho eco de la
construcción de nacionalidad sino que también la ha construido, no obstante los
cambios en el mundo también se traducen en cambios en los paradigmas académicos
con lo que las últimas décadas han visto la expansión de los proyectos
intelectuales clásicos al calor del multiculturalismo.
El multiculturalismo es
el paradigma académico y político según el cual la diferencia es destacada,
constituye un cuestionamiento a los paradigmas homogenizadores que acompañaban
a la modernidad más dura y al estado de bienestar más clásico del siglo XX. Su
emergencia se potencia a partir de los años 80´s y ha sido por no pocos
asociado al neoliberalismo.
Aunque un vínculo con el
neoliberalismo es bastante claro, esta vínculo no es necesario ni causal y
también puede ser vinculado en términos filosóficos a algunas perspectivas posmodernas.
Lo concreto es que de él derivan y justifican una gran variedad de políticas de
gestión de la identidad.
La academia en México no
escaparía a la influencia multicultural por lo que podemos destacar el rol
jugado por “La Tercera raíz”, proyecto intelectual llevado adelante desde la
Oficina de Cultura Popular (Dirigida por Bonfil Batalla en los 80´s), desde
donde se posicionaría la necesidad de visibilización de la población negra en
México. De lo anterior se derivarían una creciente cantidad de estudios que
investigarían a la nueva categoría de negro de ascendencia africana en México.
Lo anterior terminaría
paradójicamente por obstaculizar a la pretensión de los mexicanos negros de ser
reconocidos simplemente como mexicanos, ante esta aspiración los rótulos de
“negro”, “afrodescendientes” o de “raíz africana” terminaban por separarlos de
la identidad nacional mexicana. Ellos decían “somos mexicanos”, somos “morenos
y no negros”. Morenos es la categoría que ellos usan para describirse a si
mismos, es una categoría que los aproxima, que los introduce dentro de la
mexicanidad que por razones raciales les es negada.
La Chilena?
Luego de la antesala
contextual nos adentramos por fin en materia de la expresión cultural en si.
Para esta población regional, “La Chilena” es parte de su folclore regional,
parte de su construcción identitaria frente a la exclusión de la mitología
nacional mestiza.
La Chilena, es música y
danza, al escuchar sus acordes y al ver sus movimientos es imposible no tener
ecos de géneros latinoamericanos. Con bastante nitidez se puede reconocer algo
de sama cueca Peruana, cueca chilena e incluso, no obstante pueden apreciarse
algunas influencias varias de la región andina sudamericana.
Como chileno lo primero
que se viene a mi mente es la cueca, algunas imágenes del baile remiten muy
claramente al zapatéo de la cueca, las armonías y el ritmo, aunque algo más
apurados que la cueca no es muy diferente en su textura musical, los flashbacks
a la chilenidad no son ajenos al observador chileno que presencie el folclore
de los negros del sur de México.
Como anticipábamos, hay
influencias variadas en la chilena aunque claramente pueden identificarse con
las músicas sudamericanas de parte de la región andina.
No obstante, el problema
es de mayor complejidad genealógica en la medida de que la sama cueca y la
cueca tienen influencias tanto hispanas como afroamericanas. Por otra parte en
México se desarrollaron estilos en alguna medida similares en sus raices
durante la colonia.
Pero sigue siendo un
misterio de su denominación. Algunas teorías se apoyan en la hipotética
influencia chilena de los marineros chilenos que desembarcan en 1821 para
contribuir con la independencia de México, otros se muestran a favor de ayudar
de buscar sus orígenes en migraciones posteriores. Sea como fuere, la chilena
es ciertamente un fenómeno de transculturalidad interesante puesto al menos en
las apariencias podría aparecerse como “música de chilenos, cantada y bailada
por negros que se visten como mexicanos”.
No deja de ser también
interesante que una forma musical ajena a la mitología y el estereotipo
mexicano otorgue participación a un grupo desplazado cultural y socialmente de
los imaginarios colectivos de la mexicanidad. No deja de ser llamativo que el
género además haya sido bautizado como el gentilicio de otro país, Chile.