viernes, 16 de noviembre de 2012

Droga en Deconstrucción



A propósito de una recomendación de Isabel, quien me recomendó las obras de Alex Grey y las reflexiones de Terence McKenna, generosas recomendaciones que agradezco infinitamente es que decidí finalmente exponer este artículo olvidado por ahí, que precisamente coincide en alguna medida con lo planteado por MacKenna.
En los últimos meses se ha vuelto a discutir sobre las drogas en la opinión pública chilena, lo anterior dado algunas coyunturas mediáticas, de estas mencionaremos una de las más reciente, producida a propósito de los dichos del senador socialista Fulvio Rossi quien reconoció a un medio escrito de circulación nacional que consumía marihuana “ocasional y esporádica-mente", el reconocimiento generó una ola de comentarios tanto del mundo político como de los medios de comunicación, por cierto una ronda de comentario moralistas y retrógrados incluidos. 
Por otra parte las medidas adoptadas por el presidente uruguayo Pepe Mujíca en relación a la marihuana han impactado potentemente a la opinión pública internacional y por cierto también a la Chilena. En ese marco de realizó una mesa redonda hace unos días para tratar el tema en la UCEN, dando cuenta de una presencia de la problemática en los medios y la opinión pública.
A propósito de lo anterior y del circo mediático suscitado se han reflotado discusiones sobre el consumo de drogas, sobre despenalización del cultivo y otras hierbas: 
Demás está decir que los discursos que principalmente hoy copan los medios corresponden a imaginarios culturales y mediatizados por el poder, y son en última instancia ontologías culturales y políticas bien concretas, en parte examinaremos aquello a continuación.
Es sobre esta coyuntura, en realidad sin mayor relevancia que aprovecho de conectar el tema del consumo de drogas, la hegemonía y la salud a propósito de la crítica (constructiva) de dos textos de la literatura antropológica sobre salud y drogas y con ello derivar algunas reflexiones sobre el tema. 
Los textos en cuestión son “Consumo de Drogas. Una Perspectiva Antropológica” de la licenciada María Isabel Menéndez, y “Salud, Procreación y Hegemonía” del Antropólogo Marcelino Fontán. 
No obstante nuestra intención es rescatar de ambos textos elementos y conceptos que nos ayuden a construir un nuevo texto en relación a la temática, a saber, una aproximación desde el post estructuralismo, en particular se trata de una deconstrucción de la droga en tanto significante, y en consecuencia de los discursos asociados a ella, sin perder de vista los elementos que la antropología nos presenta.
Iniciaremos el recorrido rescatando conceptos y algunas discusiones que nos dejen en posición de establecer algún juicio de desarrollo temático.
Para comenzar recogeremos lo propuesto por Fontán en relación a la noción gramsciana de hegemonía, en relación a esta conceptualización el autor la vincula la temática de la salud, en ese sentido la conceptualiza como “mecanismos de producción de liderazgo intelectual y de consenso, de hábitos de comportamiento, valores y modos de pensar que difunden la ideología, los intereses y los valores de la clase que domina el estado, desde la cual articula la conducción del conjunto social” (Fontán, 2005, p-152), lo importante a nuestro creemos es destacar que la conceptualización rescatada, es a nuestro juicio por si misma insuficiente, por lo que debe ser complementada por la reflexión sobre el poder en el que se apoya, es así como se vuelven relevantes las instituciones dadoras de sentido, lo interesante en relación a estas es que podemos entenderlas a la vez como parte de una hegemonía y a la vez como reproductoras de la hegemonía que conforman en un proceso dialéctico.
No obstante lo anterior nos parece adecuado resaltar, que la hegemonía en tanto concepto y las instituciones reproductoras en tanto conceptualizaciones no han sido pensadas para reflexionar la alteridad de formas alternativas de concebir, en ese sentido la diversidad al interior de una hegemonía, incluso sus discusiones internas contrahegemónicas participan de ontologías compartidas, es decir que la hegemonía como su discusión están ancladas en los mismos puntos de referencias en cuanto a concepciones de realidad se refiere (esto es ontológicamente).
Lo anterior debe ser considerado para comprender la discusión que plantearemos más adelante, en la que mediante la deconstrucción pretenderemos echar un vistazo hacia otras formas ontológicas en relación a las “drogas”, con lo que podremos preguntarnos ya no desde nuestro etnocentrismo naturalizado su acaso lo que para nosotros en tanto significante es la "droga" lo es también para "otros" pueblos con otras culturas, la respuesta más que probablemente es que no entonces podemos profundizar ¿si acaso el hablar desde nuestro discurso hegemónico es lo adecuado que suponemos que es?....
vamos a pensar desde los discursos como espacios de significado, como dimensiones amplias de la cultura en el que se articulan los artefactos del lenguaje.
Volvamos a la hegemonía y a la sociedad civil mediante la perspectiva planteada por el autor, esta última puede comprenderse como un espacio en tensión entre las formas ideológicas dominantes y las alternativas.
Resulta interesante destacar lo recogido por el profesor Fontán respecto de que el grupo o sector hegemónico no busca suprimir la diversidad sino cooptarla dentro de su propio proyecto, lo anterior es especialmente familiar en las democracias modernas.
Es en ese sentido también la salud resulta un significante dentro de un espacio discursivo, en el marco global de una democracia de mercado moderna. De esa forma las instituciones dadoras de sentido engloban por cierto como muy bien señala Fontán, a las instituciones sanitarias, las que por cierto traducen un discurso coherente a la hegemonía vigente y con ello a las restantes instituciones “dadoras de sentido”.

En ese contexto es en el que podemos situar el discurso hegemónico en nuestros países en relación a la salud y las drogas. Es en última instancia este el tema que queremos tratar, para lo que hemos también tomado los aportes conceptuales de Menéndez, al respecto la autora conecta con lo rescatado anteriormente respecto de la hegemonía, en ese sentido el discurso de la salud hegemónico en nuestras sociedades es el de la medicalización, en este discurso médico la autora incluye también el psicológico, argumentando que este último sirve de complemento auxiliar al discurso médico.
Es este discurso el que etiqueta el consumo de una forma homogenizadora, de esa forma cualquier consumo es igualado, con lo que se constituye desde el discurso con una categoría única. Es interesante pensar culitativamente sobre esta categoría única, en ese sentido esta se transforma en un instrumento simplificador y ciertamente homogenizante. Lo anterior debe sumarse a otra superposición de base en términos discursivos como lo es el dicurso moral de raíz judeo-cristiana de manera de que esta categoría única de consumo de droga queda moralmente supeditada a una forma de saber, la medicina en sentido foucaultiano (Foucault 1963).
De lo anterior se deriva la estigmatización de todas las formas de consumo mediante la categorización hegemónica, desde una perspectiva antropológica Menendez sugiere una desnaturalización de las categorías discursivas, puesto lo anterior se presenta como funcional a los proyectos políticos conservadores y criminalizadores de la diferencia Dicha sugerencia nos parece un gran acierto puesto nos permite desprendernos de nuestras propias categorías de clasificación lo que nos da un ángulo distinto para observar.
Precisamente dicha práctica, la de homogenizar todos los tipos de consumo bajo una misma denominación estigmatizadora es la que ha dominado la discusión de la opinión pública en los medios de comunicación y por cierto también la discusión política en Chile, en ese sentido los sectores librepensadores de la política se han visto acorralados y probablemente amedrentados por un discurso conservador en los moral y medicalizado en lo disciplinario, en ese escenario nadie en el mundo político chileno se plantea desde un discurso alternativo si es que no quiere perder votos y el favor de los medios de comunicación. 
Respecto a lo anterior lo paradójico e intersante es que la sociedad civil parece estar varios pasos más adelante en este respecto, no obstante desde los estamentos políticos lo que observamos refleja más bien un discurso (y lamentablemente también una práctica) de décadas anteriores, un discurso que borra las diferencias y que para todo consumo tienen un planteamiento criminalizador y medicalizante.
Retomando lo plantado por la autora es importante destacar que desde una perspectiva antropológica no se pretende negar la existencia de consumos con consecuencias problemáticas en las sociedades contemporáneas no obstante nos parece (y en eso coincidimos plenamente con la autora) que desde la antropología podemos colaborar en la tarea de establecer diferenciaciones.
Una vez estableciendo la posibilidad de diferencias podemos referirnos al consumo problemático, el problema de la drogodependencia.
En relación al último fenómeno, la dependencia a las drogas no puede comprenderse fuera de la actividad global del capitalismo, con lo que la dependencia es producida no sólo por una sustancia sino que estimulada por una estructura económica (en este caso informal), de producción, distribución de sustancias convertidas en productos de una nueva industria.
Más profundamente la adicción y las dependencias son un fenómeno típicamente moderno, en este sentido podemos comprender la dependencia como una estructura de comportamiento, por lo mismo podemos encontrar una amplia diversidad de dependencias de las que las motivadas por sustancias tipificadas como “drogas” sólo son un tipo.
Para comprender este fenómeno del mundo contemporáneo la autora realiza una rápida revisión histórica haciendo notorio que lo que las “drogas” han acompañado históricamente al ser humano en su devenir, si bien creemos que la autora acierta en lo anterior creemos que el significante “droga” es propio de nuestro repertorio discursivo y por tanto no puede ser rastreado en situaciones históricas que trasciendan nuestros marcos de lenguaje.
Con la reflexión anterior creemos que no podemos hacer una evaluación lineal de la droga a través del devenir humano puesto la droga es una conceptualización occidental, es decir lo que para nosotros es una droga (con toda la carga semántica que dicho significante posee), para otras culturas y en otros momentos del devenir humano poseía para dichos grupos distintas significaciones, entre las que las medicinales y rituales se rebelan como las más recurrentes. Esto en concreto debido a que la droga es un significante dentro de “nuestro” campo discursiva lo que no es compatible un análisis sincrónico puesto son estructuras discursivas divergentes.
Lo cierto es que el ser humano en sus diversas culturas se ha relacionado de diversas maneras a las sustancias que nosotros, en nuestra sociedad y no desde hace mucho tiempo llamamos drogas, los registros los constatan y las genealogías culturales también.
Las aproximaciones a los usos de dichas sustancias nos llevan a sus prácticas y deben ser comprendidas dentro de sus marcos ontológicos, lo que se tensiona a una observación en base a nuestras concepciones occidentales de la droga, interponiendo un sutil velo de etnocentrismo en el análisis, que aunque sutil constituye un elemento distorsionador en la observación. El tema es interesante y se constituye un desafío más adecuado al análisis sincrónico que al diacrónico.
La pregunta que nos quedaría dando vueltas es entonces como opera el significante droga al interior de nuestro marco ontológico de lenguaje, que posiciones relacionales adquiere en una diacronía menos, esto es la de parte del paradigma del mundo contemporáneo (los últimos siglos de la modernidad y modernidad en crisis o pos modernidad).
Dentro de las posibilidades de dicha pregunta podemos rescatar como una vía posible de construcción de respuestas lo destacado por Menéndez en relación de que las drogas no se constituirían como problema social sino hasta el siglo XIX, es decir en plena consolidación moderna (o al menos en su discurso histórico).
Es de esta forma como en la modernidad la droga se transforma en un significante que asumirá distintas posiciones en el tablero de los discursos, no obstante, si adquiere un centro de gravedad de significado, por cierto en un fenómeno arbitrario y mediado por el poder y la hegemonía cultural.
Por lo mismo también es observable un papel contracultural de las drogas en la sociedad moderna, lo anterior en la forma de respuestas alternativas a los mandatos hegemónicos y la totalidad de las instituciones.
Pero me quiero detener en un detalle destacado por la autora antes citada como lo es el hecho de que las drogas se constituirían en un problema, me interesa detenerme en lo anterior en tanto expresión lingüística y discursiva, es decir en tanto sintaxis organizada y cargada de sentido que supone o al menos incentiva una forma particular de acción.
No es casual que las drogas se conviertan en problema, es nuestra sociedad, la que de alguna forma crea dicho problema, puesto genera una categoría de sentido, la genera y por lo tanto no transforma un problema sino que lo crea.
El carácter problemático de esta categoría supone y acarrea una serie de elementos de significado socialmente compartidos y socializables por las instituciones de sentido, que funcionan como un efecto de halo ante el conjuro de la palabra, del término droga en tanto significante socialmente construido y colmado de significado.
En términos estructuralistas se constituye un significado, se centra una significación en un campo moral, en el que la droga asume una posición polar negativa. Es en ese escenario en le que los discursos articulados sobre el consumo se constituyen.
Por otra parte y recogiendo la preocupación de Foucault por el conocimiento, creemos que hay una relación entre el poder y el saber en tanto el discurso moralmente cargado de la hegemonía en torno al consumo de drogas está científicamente justificado en la medicalización, con lo que encontramos a la medicina como un sistema de generación de saberes, de alguna forma sacralizado y naturalizado en nuestra sociedad con lo que adquiere una posición en el discursos hegemónico difícil cuestionar sin pagar los costos de enfrentarse a la hegemonía. Lo anterior nos permite entender que pese a la ventaja que la sociedad civil le lleva al mundo político formal, este o al menos los sectores más abiertos a los nuevos tiempos no se atrevan (salvo muy contadas excepciones) a contrariar el discurso instalado.
La situación anterior se hace especialmente patente en el caso de las discusiones sobre la despenalización del auto cultivo, puesto en Chile la hipocresía es tal que el consumo privado no está sancionado sin embargo si lo está la comercialización, el inter cambio y por cierto el cultivo y el autocultivo por tanto tenemos una práctica no sancionada (el consumo) pero todas las prácticas que conlleva un consumo si están sancionadas.
En la misma dirección recogemos la crítica realizada desde distintos sectores civiles a la ley 20.000 promulgada el 2005, que introduce la posibilidad de enjuiciar por microtráfico en calidad de sospecha ante la posesión de la más mínima cantidad de marihuana.
Todo lo anterior en el contexto de una hegemonía sumamente cerrada ante las posibles discusiones, como por ejemplo la posibilidad de flexibilizar las sanciones referidas a la marihuana.
Ante esto los dispositivos mediáticos se activan criminalizando la marihuana y su cultivo y escondiendo los argumentos y discusiones que plantean afectar directamente a los consumos más nocivos y adictivos como la cocaína, la pasta base y por cierto las organizaciones productivas del narcotráfico.
Los motivos que llevan a los sujetos a consumir son de muy diverso origen y naturaleza y no pueden ser reducidos y englobados en categorizaciones moralizantes y crecientemente patologizantes desde la medicina y la psicología.
Por otra parte desde la autoridad política parece querer construirse un nuevo enemigo moral abstracto en el llamado “flagelo de la droga” (para usar uno de los lugares comunes mayormente usados por la prensa nacional), invocación discursiva que es acompañada en los medios de música ad hoc para presentar situaciones dramáticas y que prepara el camino para la opinión de un experto, la mayoría de las veces un conservador medicalista.
Con lo anterior no queremos negar que los consumos de drogas sean un problema, de hecho lo son, no obstante nos interesa analizar la construcción de un discurso en consonancia con una configuración capitalista en la que en una estructura informal la droga es una mercancía más con lo que las prácticas de consumo asumen las características del consumismo, de hecho las formas de dependencia no son muy distintas a las de cualquier sujeto consumista en general. Sin embargo si hay diferencias y estas están dadas por los efectos del producto o mercancía consumida en los propios sujetos, al respecto algunas de estas mercancías, sobre todo las de mejor mercado (que suelen ser las sustancias más tóxicas y adictivas) tienen efectos notorios en la salud de los sujetos.
Estos efectos en parte se explican por el procesamiento de las sustancias en tanto productos industriales, despojados de toda significación que las pueda hacer comparables a la utilización de otras sustancias, para otros fines, en otras culturas.
En este punto podría hacerse una clara diferenciación en cuanto al consumo de marihuana no obstante el discurso hegemónico nos establece diferenciaciones y prefiere instalar un recurso discursivo efectista ante las evidencias aportadas por quienes defienden una flexibilización ante la marihuana, el recurso introducido es el argumento de que la marihuana si bien no es “tan” dañina es el primer escalón hacia drogas más duras con lo que la severidad se mantiene.
Las políticas públicas sobre consumo de drogas se anclan en dichos discursos e imaginarios sociales criminalizadores y en última instancia patologizadores mediante los que Menéndez denomina “heterocontroles, normalizando al sujeto en una oposición binaria de enfermo-delincuente. Homogeneizando las más diversas formas de consumo, sin hacerse cargo de que la configuración de las economías informales se presentan como respuestas a la exclusión social de nuestras sociedades desiguales.
Por otra parte las posiciones marginales y experimentales de profesionales e instituciones más aventuradas, que han planteado programas diferenciales para los distintos tipos de consumidores y sus graduaciones de problematicidad han sido cuestionados fuertemente, por ejemplo cuando han propuesto en algunos casos el reemplazo de drogas duras por consumo de marihuana cuando aparece que la eliminación del consumo no es factible, en algunos casos de consumo problemático, estas alternativas son fruto de cuestionamientos que más que referirse a los aspectos concretos y en términos profesionales está moralmente fundado, y se interpreta como una acción anómica, disonante en el discurso.
Lo anterior nos hace pensar en lo destacado por Ménéndez cuando plantea que el factor de autocontrol no ha sido considerado en el discurso absoluto de la abstención, de la abstinencia, planteamiento con el que estamos plenamente de acuerdo en la medida de que las políticas y programas de “re habilitación” están orientados ideológicamente a crear un demonio llamado droga y un pecado llamado consumo.
Lo anterior no puede ser visto principalmente en una de las dos ramas principales de la rehabilitación en Chile como lo es la de “comunidades”, en las que el fundamento ideológico, la creación de una moral colectiva en una solidaridad mecánica en sentido durkheimiano, dentro de esta lógica, notorio es en la más exitosa en Chile importante es la presencia del as “asesorías espirituales” de sacerdotes cristianos de diversas fauna. En estos programas es evidente la construcción de un discurso moralizante en el que la droga viene a constituirse en una sinónimo del mal, en una exteriorización moderna para el mal con lo que el sujeto debe perder su autonomía desde lo ideológico y asumir con potencia el discurso comunitario.
Por otra parte la otra rama de la rehabilitación en chile es la clínica, absolutamente medicalizante, en la que el sujeto es objeto de tratamiento de pastillas con lo que pierde su autonomía desde lo biológico.
En ambos casos los individuos son anulados o al menos se espera que lo sean.
Desde las ciencias sociales no ha habido en Chile una aproximación crítica a la temática, puesto las principales aproximaciones han sido en diversa medida tributarias de la mirada hegemónica de forma de que no hay acercamientos, ni desde el sujeto que permita diferenciar sus múltiples motivaciones ni del discurso y de la situación de la práctica en un entramado mayor.
Lo anterior es relevante en la medida de que lo que genera visibilidad son los casos extremos, es decir lo casos de consumo problemático con lo que nos quedamos sin acceso a los casos de consumo no problemático, con ello nos gustaría retomar lo planteado por Menéndez en relación a la discusión sobre el auto control, puesto todo ha girado alrededor de la abstinencia total lo que en muchos de los casos es intentar tapar la luz del sol con un dedo, convirtiéndose en un esfuerzo inútil.
En relación a lo anterior creemos que el autocontrol puede significar un giro y a la vez un aporte, al centrarse en las posibilidades de agencia del sujeto, en relación a un contexto estructural, el autocontrol como una acción estratégica en el sentido bourdiano en el que el objetivo ya no sea la eliminación total del consumo sino la mitigación de los efectos de este en los casos problemáticos, además esto podría contribuir a la superar la estigmatzación homogenizadora que se extiende entre los consumidores no problemáticos.
No obstante lo anterior requiere de aproximaciones novedosas (al menos acá en Chile) desde las ciencias sociales que ayuden a descomponer esta categoría gruesa y aún sólida que es el consumo de drogas, colaborando a evidenciar la diversidad interna que contiene el fenómeno de dicho “consumo”.
Una nueva sociedad, renovada en su ciudadanía requiere de políticas públicas también renovadas y que superen los paradigmas de las décadas anteriores, las discusiones que la ciencia social pueda levantar en dicha dirección pueden ser claves para secundar a la ciudadanía chilena en la búsqueda de apertura de espacios de participación en la construcción de nuevo marcos normativos, que superen los actuales, los que dan cuenta de una estructura rígida y represiva puesto dan cuenta de una conformación pensada para un Chile pasado no para el presente.
Claro está, lo anterior supone solo una posibilidad sin garantías de ningún tipo, un espacio abierto a las coyunturas de la discusión.

Referencias casi citadas:

Gramsci, Antonio (ed.1986), "Cuadernos de la cárcel", Editorial Era, México 
Menéndez, M.I. (2002), "Consumo de drogas. Una perspectiva antropológica" en: www.naya.org.ar/congreso2002/ponencias/isabel_menendez.htm (6pág.) 
Fontan Marcelino (2005): "Salud. Procreación. Hegemonia". En: Isla, Alejandro y Colmegna, Paula: "Política y Poder en los procesos de Desarrollo: Debates y posturas en torno de la aplicación de la antropología"


sábado, 3 de noviembre de 2012

Algo así como la Alquimia: Robert Plant en el Luna Park 02-11-12


Por: Francisco Astudillo Pizarro

Hace bastante que no ocupaba este espacio virtual de lo innecesariamente complejo y cotidiano… creo que no lo he hecho desde que me fui de Chile hace unos meses y precisamente a propósito del primer concierto al que asisto en tierras argentinas me motiva para re-colonizar los bits de este blog.
Para quien lea esto sin saber quien escribe ni desde donde lo hago.. decir que la vida mi pilla en estos momentos viviendo por acá en Buenos Aires siendo un Copiapino… y no quise perderme la posibilidad de ver a Plant. 
Es extraño hace bastante que esperaba este momento, de hecho llegué a pensar de que no alcanzaría a conseguir entrada, asi que luego de conseguirla ésta noche fue un momento que he esperado mucho durante el último mes, y no por ser “el concierto” al que decidí ir sino porque además no es cualquier concierto, es “don” Roberto Planta, o sea estamos hablando de una cuestión que está lejos de interpretarse como sólo ir a un concierto, hablamos de exactamente de lo que su publicidad cliché dice que es, es decir “la voz de led Zeppelin”.
Lo que pese a ser un cliché pegador no deja de ser cierto, es una cuestión de real importancia para quienes hemos crecido con el rock y para quienes creemos que la música es una de las más profundas  formas de comunicación con nuestra humanidad. Pero dejo tanta introducción reciclable y voy intentar traducir las ráfagas de experiencia  las vividas esta noche en el LUNA PARK, la clásica plaza de conciertos trasandina.
Pero se me iba algo, escribía empezando el párrafo anterior que la experiencia se tornaba extraña, pues en lo personal he tenido un par de días de harta preocupación porque uno de mis perros, Boomer se ha perdido en Chile lo que me tiene preocupado y sensible pues para mi los animales son muy importantes, son reales amigos y no sólo mascotas, lo fome es que estoy muy lejos de Copiapó mi ciudad, donde se perdió mi perro.
Es quizás esa sensibilidad extra la que hizo que esta no fuera además cualquier noche, he estado conectado con eso que nos hace vulnerables y en esa especial apertura de los sentidos es que me encuentro con la música de un grande, en un encuentro zeppeliano del tercer tipo.
Cuando el aparato que uso por celular marcaba las 21:01 hrs las luces del LUNA PARK se apagan y una voz en off anuncia la presencia de los “Sensational Space Shifters”, posteriormente  extendiendo los segundos y haciendo un juego del suspenso que creaba entre quienes en las galerías creábamos una burbuja de expectación el locutor en off anuncia a nuestro querido y admirado Robert Plant. El Luna park estalla en felicidad por primera vez en la noche.
Debo decir que apenas Robert Plant se arma del micrófono y nos saluda, una  lágrima se fugaba de mi ojo derecho, luego la seco con mi brazo y me siento feliz, como el resto de la variopinta concurrencia al Luna esta noche. Debo anunciar que este escrito no busca ser objetivo, de hecho pretende derechamente lo contrario, ser subjetivo..... ni parcial ni banal sólo subjetivo como mi experiencia vivida.
Luego de los saludos de rigor y de las obvias ovaciones que hicimos a don Robert, el su banda comienzan con el primer bloque de temas, iniciando la noche con  canciones que iban a buscar construir es atmósfera misteriosa, innovadora, a la vez densa y transparente a la que este combo juega en cada presentación, así sonaron “Tin Pan Alley”, “Another Tribe” ambas de su disco Mighty Rearranger (2005), que jugaban a crear la atmósfera.
“Friends” del led Zep III significo un primer encuentro con el legado de Zeppelin y fue un segundo comienzo, en una versión que a su manera, a la manera de los sensacionales alquimistas del espacio de Robert Plant se aproxima bastante a las formas y sonoridades de su placa de origen, su aproximación fue bien recibida por quienes habían constituido su expectativa con el que a mi criterio fue un eslogan inadecuado de su publicidad, ese que decía Robert Plant “La Voz de Led Zeppelin”, inadecuado a pesar de ser evidentemente cierto, esto porque la propuesta de estos transformadores del espacio de la actual gira de Plant, no juegan a la revisión segura y plana del dorado pasado zeppeliano, su propuesta es notoriamente más aventurera.
Una interpretación personal del nombre de la banda, una traducción distinta, una que me hace sentido con lo que hacen es entender eso de transformadores del espacio como una especie de alquimismo, en el que esta cofradía de músicos  (incluido obviamente Plant) logran transformar un repertorio, lo que puede jugar en dos direcciones, por una parte para quienes esperen encontrarse con el clásico recuerdo y ajustado de un legado brillante como el de Zeppelin probablemente los incomode en alguna medida, a aquel público que busque ese tributo oficial realizado por un sobreviviente no encontrará lo que busca. Por otra parte para quienes estén abiertos a experimentar exploraciones y procesos de transformaciones artísticos, lo de este show y su forma alquímica de enfrentar un repertorio como el que llevan resulta enriquecedor.
En ese sentido más aventurera es su revisita alquimista a “spoonful”, ese clásico de willie Dixon popularizad para el mundo rockero por Cream es transformada por Plant y su combo alquímico, desde sonoridades electrónicas y ráfagas rockeras, fluyendo rítmicamente en un patrón reiterativo que nos acercaba a todos a las puertas de un trance y que en un proceso casi imperceptible gira a exploraciones sónicas, que ahora nos llevan a pensar en lo transcultural, en una prosa en juego de idas y vueltas, de suturas entre sonoridades y formas de pensar la música, las que nos acercan a esa sonoridad enriquecida de miradas y texturas extra occidentales.
Esa misma vocación por el trance, que hábilmente esconde una raíz blusera filtrada por detalles contemporáneos insiste en “Somebody Knocking” como confirmando la intencionalidad artística de movernos, de descentrarnos de las formas convencionales y llegar a espacios subjetivos más propios de la sorpresa.
Esas avanzadas dejan entonces una grieta a través de la que dos espacios combinan sus fluidos, en el que la exploración sonora de las diversidades sonoras invocadas se juntan con un número  inmortal, la clásica “Perro negro” (parafraseando las etiquetas blancas de los casettes de otros tiempos), “Black Dog”……. Era que no, hábilmente transformada en un vehículo para explorar nuevas e insospechadas latitudes, de aquellas donde la  certeza de su versión original era reemplazada con maestría, así fue como el riff original es evocado casi en su propia ausencia, casi en una metáfora en la que lo que se hace presente es una frase distinta, la que funciona como tal, dando cuenta de esa vocación transcultural, trans sónica, ciertamente vanguardista, alquimia pura.
La guitarra acústica con afinación abierta probablemente en DO me dio un mensaje directo, algo así como el “Sher Heart Attack” (si se nos permite prostituir con respeto el título de una canción y un disco clásico de Queen), un ataque certero a la emoción, una de mis favoritas de su repertorio solista, “All the King´s Horses”… toda una experiencia, la belleza minimalista como posibilidad de aproximación a lo sublime.. tremenda, una guitarra acústica, la voz de Robert Plant y la sutileza de acompañamientos puntuales de una guitarra, un bajo y los teclados, la atmósfera era de una intimidad irreproducible por medios técnicos.. el luna Park quedaba en silencio, saboreando cada movimiento de la sonoridad de una canción que a mi criterio fue uno de los momentos más fuertes.. uno de esos momentos que quieres duren por siempre.
Otra revisita más menos fiel de la era Zeppelin, la notable “Bron-y-Aur stomp”, un momento que iba a retomar las revoluciones y un Robert Plant pleno en su performance vocal, un buen momento en los que almeno pa mi era imposible no pensar en esas tardes en las que en lugar de hacer las tareas intentaba en vano sacar en guitarra la imposible y diabólica intro guitarrística de page para la versión original de esa canción, buenos recuerdos.. lo más gracioso es que nunca llegué a tocar esa intro.. tampoco los violeros de Plant lo hicieron hoy jejeje.. obviamente que no por las mismas razones…
“The Enchanter” crea la atmósfera para uno que fue gran momento en una noche de grandes momentos.. “Four sticks”.. apuesto toda mi subjetividad a que fue la mejor versión en vivo que haya escuchado nunca de “los cuatro palos” (baquetas), nuevamente esa dialéctica mágica entre el ajuste misterioso pero simultáneamente abierto  a las posibilidades de lo incierto.. posibilidades abiertas otra vez con ejercicios de trance con sabor marroquí…
 “Ramble On”… uno de los más ajustados a su pasado Zepp no desentonaba en la noche sugestiva del Luna Park, de hecho fue otro gran momento… luego de una partida muy suave, evocadora de esos sonidos  folk que abren la canción y bajaban las revoluciones en la mitad de la segunda cara B del Led Zepp II, es en el primer coro de la canción donde por fin el Luna Park vuelve a reventarse. Robert Plant jugado al máximo en su cantar.. un grande, uno de los momentos más disfrutados por su evocación zeppeliana.
Más otra de esas vueltas alquímicas sobre el repertorio del blues más clásico pero transformándolo en algo nuevo, esas paradojas que sólo los grandes pueden hacer bien, extrayendo lo nuevo de lo viejo.. lo desconocido de lo conocido…. Una gran canción de Bukka White.. esta vez renombrada como “Funny in my mind (i believe im gonna fixing to die”.. de alguna forma pagando tribute a la fuente inagotable que fue el blues para toda una generación de rockeros de la que Plant participó y usufructuó, como sabemos en mala en conjunto con Page (los dos primeros grandes dos discos de Zepp están llenos de plagios, muchos de ellos a bluseros clásicos)….
Esa fusión aventurera dejó el ambiente para una nueva expresión dialéctica entre lo conocido y lo desconocido… la archi clásica “Whole Lotta Love”… transformada, hecha una escultura de la regeneración sónica y todo hizo definitivamente perder la compostura a los de los asientos más caros jejeje..
Con “Whole….” La banda se fue al descanso y nosotros en la audiencia empezamos a hacernos notar para que la banda cachara la energía en ebullición, lo que es un clásico, un rito que cruza las fronteras….
Al ratito vuelve la banda.. Robert Plant se pasea por el escenario agradeciendo la emoción del Luna park……
El encore, el remate de la noche con dos clásicas del Led Zepp IV, la mágica y simbólica  balada “Going to california” una canción especialmente importante para Plant, que simboliza un viaje espiritual, una necesidad interior de búsqueda que sería re importante en los Zepp… impecable, habitada de matices, suspiros y susurros en una versión bastante fiel a la original………. El estadio emocionado con lágrimas ahogadas y sonrisas de plenitud… y bruscamente el contraste, la otra cara de la moneda, “Rock and Roll” en una versión modernísima, arriesgada y con una  saludable vocación pop, una transformación que no sería mal recibida en alguna radio de oferta contemporánea… pero todo el rato arriba de la pelota.. y con un Robert Plant poniendo toda su energía en una tremenda interpretación de cierre de jornada, el estadio deslumbrado de admiración por Plant y sus transformadores del espacio.
Al salir estuve como siempre como buen artesano de lo social.. caminado entre las gentes, escuchando la voz del la tribuna al salir mientras mirábamos el merchandising... la opinión era favorable, aunque había muchos que se sintieron algo descolocados por lo arriesgado del repertorio y de sus formas performáticas, entiendo que es legítimo esperar lo clásico por parte de una fracción importante del público pero me empatizo completamente con la idea de la búsqueda artística de tomar riesgos, ya que es la actitud que ha permitido botar las murallas que impiden los cambios, en eso Plant se ha anotado siempre varios porotos.
No es menor lo de Plant, puede que mi texto sea subjetivo pero insisto que no parcial no escribo desde el fanatismo sino desde la experiencia de alguien que fue a experimentar, aceptar la invitación exploradora de Plant y su combo… hay en lo que hacen (y que Plant lleva bastante haciendo) mucho de aventura, una actitud radical de no autocopiarse, de no caer en una repetición artificial y anacrónica de un pasado glorioso que podría ser usado como un escudo, como moneda de anticipación ante la expectativa más conservadora de la audiencia  hard rockera, sería fácil ser o hacer ese juego.
Pero lo que Plant hace tiene vocación transformadora, supone una forma de pensar la música más allá de la objetivación fetiche del repertorio… es así como alguien podría conocer el set list que iba a presentar…  la canción deja de ser un objeto anclado a su pasado, esclava de su forma y se libera..lo que hacen con ese set list es tomar esas canciones y abrirlas, transformarlas… tomarlas en cuanto materia y convertirlas en energía pura… trans es el concepto más adecuado para lo de Roberto Planta y sus shifters, tomando rock, música electrónica, blues, ritmos étnicos, pop y por cierto la herencia zeppeliana y transformándolo en algo distinto de sus fuentes, distinto y profundamente imbricadas, con constantes brotes de sorpresa en una atmósfera re emotiva pero nunca nostálgica.... una cuestión piola, bien integrada, la que pese a lo aparentemente complejo y sofisticado era muy espontáneo.
En la complejidad de ser el mismo y diferenciarse, de diferenciarse siendo el mismo, alejándose de la fácil tentación de la mismidad que muy legítimamente captura a muchos artistas, pero no a Plant.
Haciendo con la música, los sonidos, las atmósferas y las palabras, algo así como la alquimia…………